sábado, 23 de noviembre de 2024
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"Más allá de los dolores y sufrimientos se encuentra la salvación", dice el Obispo de Cornélio Procópio, Brasil

Cornélio Procópio (Martes, 14-04-2015, Gaudium Press) En su artículo semanal, el Obispo de la diócesis de Cornélio Procópio, Brasil, Mons. Manoel João Francisco, reflexiona sobre el Año de la Misericordia. Él inicia el texto, afirmando que el segundo domingo de la Pascua, que una devoción polaca prefiere llamar «de la Divina Misericordia», fue escogido por el Papa Francisco para divulgar la Bula que instituye el Año Santo de la Misericordia a ser iniciado el día 8 de diciembre.

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Según el Prelado, el Papa Francisco desde el inicio de su pontificado ha llamado la atención para la importancia de la misericordia en nuestras vidas de cristianos y cristianas. Él recuerda que cuatro días después de su elección, en la parroquia de Santa Ana, en el Vaticano, hizo la siguiente declaración: «El mensaje de Jesús es la misericordia. Para mí, lo digo humildemente, es el mensaje más fuerte del Señor».

También en su viaje de regreso al Brasil, en julio de 2013, el Pontífice retomó el tema y declaró a los periodistas que lo entrevistaban: «Yo creo que este es el tiempo de la misericordia». Y en una reciente carta a la Universidad Católica de Argentina, el Papa clasificó la misericordia como «esencia del Evangelio».

«Este destaque del Papa Francisco para el tema de la misericordia puede hasta parecer nuevo, pero de hecho no lo es. La Misericordia está para nuestra redención así como la Palabra está para la creación. Como de todo lo que existe nada fue creado sin la Palabra (cf Jn 1,3) así, nadie será salvado sin la Misericordia», destaca el Obispo.

Todavía de acuerdo con Mons. Manoel, por misericordia y solamente por misericordia Dios se aproximó a su pueblo, avergonzado y desconsolado bajo el peso de los pecados personales y estructurales, perdonando su culpa y liberándolo de la opresión (cf Is 54,4-13). Él recuerda que, movido de misericordia, al joven que abandonó la propia familia y despilfarró los bienes en futilidades, el padre restituyó la dignidad de hijo y de hermano (cf. Lc 10,30-37).

«La fuente de la misericordia es Dios que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ez 18,23.32; 33,11; 2Pd 3,9). Para ser fiel a Dios el ser humano precisa adquirir afinidad con él, que solo se alcanza a partir de la experiencia de pobreza e impotencia delante del pecado personal y estructural, acompañado de la experiencia del amor y la misericordia de Dios. Cuanto más experimentamos la misericordia y el amor de Dios, tanto más misericordiosos y comprensivos seremos delante de la miseria y el pecado en el mundo», resalta.

Para concluir, el Prelado afirma que movido de misericordia el cristiano asume, dentro y fuera de sí, los dolores y los sufrimientos de los hermanos y hermanas, en la certeza de que para más allá de los dolores y sufrimientos, se encuentra la salvación.

«Para quien es movido de misericordia, está fuera de lugar cualquier tipo de justicia por las propias manos, o de tortura, incluso cuando practicada por autoridades constituidas. Por misericordia, el cristiano, a ejemplo del Maestro, es capaz de dejarse clavar en la cruz, pero no acepta que sus hermanos y hermanas, los demás hombres y mujeres, inclusive los enemigos, sean crucificados», finaliza. (FB)

 

 

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