Roma (Martes, 14-04-2015, Gaudium Press) Reliquias de San Maximiliano Kolbe, mártir de la caridad que dio la vida en el campo de concentración de Auschwitz, Polonia, durante la Segunda Guerra Mundial, fueron llevadas a la Basílica de San Bartolomé de la Isla Tiberina de Roma, Italia. Este templo conserva el Memorial de los Nuevos Mártires de los siglos XX y XXI y por este motivo acoge ahora las reliquias del Santo franciscano, pionero de la evangelización a través de los nuevos medios de comunicación e intenso devoto de la Santísima Virgen María.
Imagen de San Maximiliano María Kolbe en Czestochowa, Polonia. Foto: Bogdan Migulski. |
La ceremonia de acogida se llevó a cabo el pasado 13 de abril en la noche y fue presidida por Mons. Marco Gnavi, de la Comunidad de San Egidio a la cual se confió la Basílica, y el P. Marco Tasca, Ministro General de los Frailes Menores Conventuales. La reliquia de San Maximiliano Kolbe fue acompañado por un libro de oraciones que contiene una dedicatoria escrita por el Santo. «Al hermano Jaros?aw. María. Aquel que ama devotamente a la Inmaculada, se salvará, se hará santo y conducirá a otros a la santidad. Hermano Maximiliano María Kolbe», reza la dedicatoria firmada por el Santo y que da cuenta de su gran devoción mariana, que inspiró su santidad y toda su labor misionera.
San Maximiliano María Kolbe fundó la Milicia de la Inmaculada, una sociedad de fieles comprometidos a conquistar el mundo para Dios a través de la propagación de la devoción a la Santísima Virgen y la propia Consagración personal a la Madre de Dios. Para irradiar y dar sostenimiento a los devotos de la Santísima Virgen creó una revista, el «Caballero de la Inmaculada» que fue el inicio de un enorme trabajo de medios de comunicación.
El Santo franciscano creó también la Ciudad de la Inmaculada, el convento religioso más grande del mundo en su momento, donde se realizaban los trabajos de imprenta y difusión de las diferentes publicaciones. La exitosa experiencia de la Ciudad de la Inmaculada en Polonia fue replicada en Japón, donde fundó la Mugenzai No Sono, el Jardín de la Inmaculada.
Su relevancia y celo apostólico le ganaron la desconfianza de las autoridades nazis durante la Segunda Guerra Mundial, quienes finalmente lo pusieron en prisión y lo enviaron al campo de concentración de Auschwitz. En ese lugar, en agosto 14 de 1941, ofreció su vida a cambio de la de un padre de familia que iba a ser ejecutado. Como cumplimiento de su condena a muerte fue encerrado para morir de hambre en una barricada junto a otros prisioneros, a quienes auxilió en los últimos momentos de su vida. Al ser encontrado con vida aún, fue envenenado para poner fin a su vida.
Con información de Zenit y Comunidad San Egidio.
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