miércoles, 27 de noviembre de 2024
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Episcopado chileno llama a recuperar las confianzas desde el respeto a la dignidad humana y el servicio a los demás

Santiago (Martes, 05-05-2015, Gaudium Press) En el contexto de la crisis política que se vive por estos días en Chile, en que se han hecho públicos una serie de escándalos relativos a dudosos manejos económicos en campañas políticas, el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh) ha dado a conocer esta mañana una declaración en que analizan lo que a su juicio es una verdadera «crisis de confianza y credibilidad».

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Se dirige a los medios Mons. Cristián Contreras, Secretario General de la CECH

Durante una conferencia de prensa celebrada en las dependencias de episcopado, los obispos dieron lectura al texto titulado «Convivencia en Chile: Desafío ético y respeto a nuestra dignidad», en que manifestaron su preocupación por «la pérdida de confianza en las relaciones sociales y en los liderazgos: en la política, la empresa, la escuela, las universidades».

«¿Qué ha sucedido para que se haya resquebrajado el tejido social y debilitado la confianza en nuestra manera de convivir como nación?», se preguntaron.

En opinión de los pastores, a todo lo anterior se añade «la pérdida de credibilidad en las instituciones de la República, y también en nosotros como Iglesia Católica. Se cuestiona en ellas la falta de transparencia y de espacios de participación. Esto resulta aún más preocupante en un país que ha sabido encontrar caminos para superar diferencias que parecían irreconciliables y para forjar significativos acuerdos».

«Convivencia enrarecida y crisis de identidad»

En relación a las causas que han llevado al país a esta situación y «desde la enseñanza social de la Iglesia y nuestra misión pastoral», los prelados perciben «síntomas de una crisis antropológica, es decir, de una concepción de la persona humana que desconoce que la dignidad humana es la piedra fundante de toda convivencia. La falta de respeto a la propia dignidad y a la de los demás, pisotea la identidad y misión de cada cual y deteriora los logros que hemos obtenido como sociedad».

Y agregaron: «Una de las causas de la situación actual es la fuerte crisis de representación que afecta a nuestras instituciones, especialmente en el plano político, aunque no exclusivamente. Constatamos que las instituciones no han sido capaces de captar y encauzar las nuevas demandas y expectativas de la gente».

Sin embargo, precisaron que el problema no es sólo institucional, «el maltrato se instala como comportamiento habitual, a tal nivel, que ya poco o casi nada nos asombra. Ante este escenario, hay que reconocer que las leyes y normas institucionales no entregan soluciones para todo. Se requieren cambios de actitudes, conductas y prácticas personales y comunitarias».

En este mismo sentido, afirmaron que «el esquema de vida planteado por el modelo de desarrollo económico social vigente no ha sido acompañado con un desarrollo humano integral. (…) Tal vez, por lo mismo, en el camino ha generado agresividad y el `todo vale´. En ese proceso descuidamos al otro en cuanto persona y solo priman los intereses individuales y de quienes nos son más cercanos. De este modo, nuestra convivencia laboral, urbana, cívica y mediática tiende a convertirse en una guerra despiadada».

Una profunda reflexión interior

Para los obispos chilenos, la coyuntura nos invita en primer lugar a cambiar «aquellos aspectos de nuestra institucionalidad que hicieron posible los abusos que hoy se condenan», y también a realizar «una profunda introspección tanto a nivel personal como institucional».

«Esa mirada interior debiese llevar también a un acto de perdón y reparación, tanto a nivel personal como institucional. Tenemos que aprender a pedir perdón a quienes conviven con nosotros. En cuanto a los servidores públicos, sean ellos parlamentarios u otros, es necesario que se sepa con claridad quiénes utilizaron financiamiento indebido, asumiendo las consecuencias de esos actos. Lo mismo, los empresarios, los comunicadores y las diversas asociaciones. Los chilenos tenemos derecho tanto a la verdad como a la justicia, pero también a las oportunidades del perdón, que no es lo mismo que impunidad», sostuvieron.

De este modo, justicia, reflexión y perdón deben conducirnos a valorar la condición de cada persona como un hermano nuestro e hijo de Dios. «Una profunda conversión social supone encontrarnos con la persona de Jesucristo y dejarnos maravillar por su manera de vivir, de sentir, de pensar y de actuar. Es Él mismo quien nos revela que la dignidad de la persona humana es algo inherente a su ser y no un reconocimiento externo que se le concede. Es una condición fundamental de su existencia que debe ser reconocida, respetada, protegida y promovida», manifestaron.

Añadiendo que «desde esta actitud profundamente humana y humanizadora afirmamos que cuando la persona humana se endiosa, por cualquiera sea la razón, esta termina desquiciada. Ese endiosamiento personal, llamado también individualismo, es hoy una de las grandes causas del deterioro de la cohesión social. Así, cada cual busca su propio bienestar, contrariando su naturaleza social, sin importarle si su beneficio se logra a expensas del resto de la comunidad. `Serán como dioses´ (Génesis 3, 4), dijo la serpiente engañosa a Adán y Eva, despertando una pretensión humana que ha causado demasiadas tragedias en la historia».

Un llamado a amar y servir

Al término de su mensaje, el Comité Permanente de la CECh, exhorta a todos los creyentes y personas de buena voluntad a «redescubrir que el poder de las autoridades de diferente índole, existe para servir a los demás y que servirse de dicho poder provoca un daño capital. Debemos tomar conciencia de que la honra de las personas es crucial en la convivencia social. Por lo tanto, una práctica permanente de denostación pública como modo de diálogo político solo colabora a desintegrar más el ya debilitado tejido social».

«Por esta razón, invitamos con sencillez a creyentes y no creyentes, a darnos tiempo para redescubrir la bondad de cada persona, la eficacia que tiene la gratuidad y solidaridad en nuestras relaciones, así como el respeto de nuestra dignidad», expresaron.

Finalmente los obispos chilenos reiteraron su compromiso para construir un futuro cimentado en valores, virtudes e ideales, recordando los ejemplos de fe y fortaleza de aquellos que construyeron la historia nacional, especialmente en momento de crisis.

«Estamos a tiempo para desterrar la idolatría del dinero y de la corrupción, de valorar la actividad política y de sus actores, de reconocer el aporte de tantos trabajadores y empresarios, de avanzar en el trato justo, respetuoso y amable que nos debemos, en fin, de corregir nuestros errores y juntos fortalecer el alma de Chile. Todo el bien que anhelamos para nuestra Patria lo encomendamos a nuestra Madre, la Virgen del Carmen», concluyeron.

 

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