Redacción (Jueves, 07-05-2015, Gaudium Press) Es tan común hoy ver personas que están más preocupadas con la propia felicidad que con la alegría/bienestar del hermano que está a nuestro lado, del colega de trabajo o de estudios de la facultad, del vecino. En fin, me quedo a veces me pregunto: ¿hasta dónde va esa alegría nuestra? ¿Será que es posible ser feliz incluso estando solo?
San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino: maestro y discípulo, fieles amigos |
Existen amigos que nos hacen percibir cuánto somos valorados y cuánto debemos valorarnos delante de otras personas y de las diferentes situaciones que la vida siempre nos proporciona, pues todo debe ser considerado un desafío, que acaba generando otros nuevos conforme el tiempo y en la medida en que nos tornamos cada vez más fuertes en la Fe.
Ahora, hay personas que pueden perjudicarnos tanto a propósito cuanto involuntariamente. Hay una gran mayoría que sólo valoran sus intereses personales.
Actualmente, se tornó común descartar los valores de la amistad, del convivio social y del amor hacia los más próximos para buscar solamente aquello que nos satisface. Sin embargo, ¿será que ese placer satisface las inclinaciones más profundas del propio corazón? ¿Nuestro Señor Jesucristo no nos enseña a ser hermanos con el prójimo? ¿no es una máxima divina amar al prójimo como a sí mismo?
En medio a esas situaciones que cada vez más pueden entristecernos, del individualismo que contribuye a aumentar la sensación de lo efímero, ¿qué lecciones podemos sacar? Con la fuerza de siempre nos erguimos, con coraje y persistencia, levantando la cabeza en dirección a los cielos y pidiendo a Dios más paciencia y discernimiento, a fin de sentirnos cada vez más capacitados para lidiar con las diferentes adversidades que nos aparecen.
¿Entonces en la amistad estaría la salida de ese problema tan candente en nuestros días? Santo Tomás de Aquino define la amistad, como: el querer las mismas cosas y también rechazarlas de la misma forma, pues usted solo puede ser amigo de personas que están caminando hacia el mismo objetivo.
San Juan Pablo II, en su encíclica «Fides et ratio» (Fe y razón), nos hace recordar que Santo Tomás, por encima de todo, «siempre fue propuesto por la Iglesia como maestro del pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología», factor ese, en medio de tantos otros, que lo hizo ser considerado Doctor de la Iglesia, por la sublimidad de su pensamiento y pureza de su vida.
En el año de 1245, cuando fue enviado a París con el propósito de estudiar teología, tuvo la oportunidad de tener la orientación de Alberto Magno, y con el pasar de los tiempos, adquirieron una profunda amistad, al punto de apreciar pensamientos e ideas en común.
Entonces, Alberto, viendo a Tomás como merecedor de toda su confianza, quiso que él lo acompañase en su jornada a Colonia, Alemania, a donde él había sido enviado por los superiores de la Orden Dominica para promover un estudio teológico.
Es una de las características más peculiares de los santos, la de cultivar el verdadero valor de la amistad, vista como una de las manifestaciones más nobles que el corazón humano puede provocar, siendo un sentimiento divino. Santo Tomás de Aquino nos explica mejor algunas de esas cuestiones en su Suma Teológica, describiendo que «la caridad es la amistad del hombre con Dios principalmente, y con los seres que le pertenecen».
La amistad es saber enfrentar las barreras junto con alguien que también está dispuesto a hacer el mismo sacrificio por el bien en conjunto. De la misma forma como Jesús fue hacia su pueblo, como un hermano que se donó por entero en la Cruz, dio la vida y así mostró la salvación de Dios, nosotros también debemos asumir ese papel. ¿Esa caridad es la solución para la era de lo descartable en que vivimos? ¡Opine usted querido lector!
Por Leandro Massoni Ilhéu
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