sábado, 23 de noviembre de 2024
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"Dios es padre, pero tiene un corazón de madre", dice el Obispo de Erexim, Brasil

Erexim (Viernes, 08-05-2015, Gaudium Press) Mons. José Gislon, Obispo Diocesano de Erexim, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil, escribe en su artículo semanal que la vida es un don de Dios. Para él, la vida nos ofrece siempre nuevas oportunidades para encontrarnos, pero, en este fin de semana, afirma que muchos gustarían de encontrar y dar un abrazo y un beso cariñoso a aquella persona que nos trajo a la vida, y marcó profundamente nuestra vida personal, nuestra querida madre.

El Prelado explica que la mujer, que desde el inicio de la creación siempre fue valorada por Dios, no siempre fue respetada en su dignidad por las culturas e instituciones en la historia de la humanidad. Según él, el propio Dios percibió que su obra no estaba completa hasta no crear a la mujer, pues es ella quien tiene la fuerza de expresar el rostro materno de Dios, en la maternidad, en la ternura, en la caridad, pero también en el vigor.

«Repetimos muchas veces que Dios es Padre, pero cuando queremos evocar su ternura, generalmente decimos que Dios es padre, pero tiene un corazón de madre, esto es, tiene sensibilidad en relación a nuestras alegrías, angustias y sufrimientos. Delante de él nosotros podemos abrir el corazón, así como hacíamos con la madre, cuando éramos niños. Era ella a quien generalmente buscábamos para expresar sentimientos, y buscar, en un abrazo, el consuelo y el remedio que secaba las lágrimas y curaba nuestras heridas», resalta.

Todavía de acuerdo con el Obispo, el tiempo pasó, pero los brazos de la madre, aún no teniendo el vigor de antes, continúan acogiéndonos en un abrazo con amor. Para él, un amor que trae consigo la sabiduría que solo el tiempo puede dar, que sabe curar las heridas del amor herido, sin dejar perder la esperanza de continuar creyendo en la vida y en el mañana.

«A Ud., querida madre, que muchas veces llora escondida el dolor del abandono de aquellos que usted amamantó y cargó en los brazos; a Ud., querida madre, que consumió en un trabajo arduo el vigor de su juventud para poder ofrecer mejores condiciones de vida para sus hijos; a Ud., querida madre, que vive una maternidad de amor constante, en las obras de caridad; a Ud., querida madre, que vive la maternidad como un don divino para lo suyos y para la humanidad, Dios, fuente de amor y de vida, la bendiga hoy y siempre», concluye Mons. José. (FB)

 

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