Osório (Lunes, 11-05-2015, Gaudium Press) Mons. Jaime Pedro Kohl, Obispo de la Diócesis de Osório, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil, escribió un artículo sobre el mes de mayo, en que los católicos veneran a María, madre de Jesús y nuestra madre. El también reflexiono sobre el domingo pasado, dedicado a las madres, esas criaturas a quien debemos nuestra eterna gratitud por habernos querido, amado, gestado, dado a luz, cuidado y educado en la fe.
Para el Prelado, por más que hagamos muchas cosas, nunca conseguiremos retribuir tanto bien que nuestras madres hicieron por nosotros, el cariño y amor que siempre nos dieron y continúan dando. El enfatiza además que más que cosas que el mercado nos hace querer comprar es nuestra presencia lo que ellas desean y aprecian.
«Esa relación bonita que mantenemos con nuestra madre terrenal, somos llamados a cultivar con nuestra Madre del Cielo. Ella nos fue dada por Jesús cuando en el momento más trágico de su vida viéndola a los pies de la cruz dijo: ‘Madre, he ahí tu hijo’. Y después dijo a Juan: ‘He ahí a tu madre’. Por tanto, a nosotros cristianos es tan natural invocarla que no conseguimos imaginarnos sin esa devoción mariana», dice.
El Obispo también recuerda la Asamblea General de los Obispos del Brasil, ocurrida en abril, en Aparecida. El quedó impresionado con la cantidad de peregrinos de todo Brasil que acurren a este Santuario. Mons. Jaime cita que en la diócesis, en sintonía con su vocación natural y belleza de ecología privilegiada, posee dos pequeños santuarios diocesanos: Nuestra Señora de las Lágrimas en Caraá, cuya romería acontece en el último domingo de febrero, y Nuestra Señora de Lourdes, en Dom Pedro de Alcântara, que tiene su romería el último domingo de mayo.
El resalita que el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, conocido también como Santuário de la Gruta, debido que la imagen esta dentro de una gruta, por señal muy semejante la gruta donde la Virgen apareció a Bernadete en Francia, es un lugar que vale la pena frecuentar como peregrinos y devotos de María.
«Ser madre es una misión bonita. Es lindo ver a una mujer disfrutando la gestación de un hijo y su atención y cariño al tierno niño que generó en su vientre. Pero sabemos que esa cosa linda tiene su precio y solo el amor de entrañas puede soportar y cargar algunas cruces que naturalmente acompañan la vida de una madre», afirma.
Conforme el Prelado, eso acontece especialmente cuando los hijos generados con tanto amor no corresponden a ese amor o peor todavía siguen un camino totalmente adverso a lo que ellas enseñaron: la triste experiencia del crimen, de la violencia, de la droga y muchos otros males.
Alguien escribió: «Una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana, porque las madres saben atestiguar siempre, aun en los peores momentos, la ternura, la dedicación, la fuerza moral. Las madres transmiten muchas veces, también el sentido más profundo de la práctica religiosa; en las primeras oraciones y en los primeros gestos de devoción que un niño aprende está inscrito el valor de la fe en la vida de un ser humano. Sin las madres, no solamente no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte do su calor simple y profundo. ¡Y la Iglesia es madre, con todo eso, es nuestra madre! ¡Nosotros no somos huérfanos, tenemos una madre! Nuestra Señora la madre de la Iglesia es nuestra madre. No somos huérfanos, somos hijos de la Iglesia, somos hijos de Nuestra Señora y somos hijos de nuestras madres».
Por tanto, el Obispo afirma que no estamos desamparados, sino cuidados y queridos por al menos tres madres que se apoyan y sustentan unas con otras, para que nosotros todos, sus hijos, experimentemos el cariño y el cuidado que Dios nos da a través de ellas. «Que María madre de Jesús y nuestra, en este mes a ella dedicado, interceda por todas las madres y sus familias las más copiosas bendiciones», suplica.
Por fin, Mons. Jaime recuerda que mayo es el mes de María, y junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús. De acuerdo con él, son dos corazones que laten sincronizados e inyectan en la humanidad un poco de amor misericordioso de Dios. El Obispo nos invita a abrir nuestro corazón al amor de Jesús y María, aprendiendo de ellos a amar con su misma pasión nuestros hermanos y hermanas que encontramos en nuestro camino.
«Santa María, Madre de Jesús y nuestra, a ti confiamos el cuidado y la protección de nuestras madres. A todas las madres, nuestra gratitud, nuestros votos de un día muy feliz, lleno de alegría y paz juntos con los suyos. Dulce Corazón de Jesus, haced que vos ame cada vez más. Dulce Corazón de Maria, sed nuestra salvación», concluye. (FB)
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