Redacción (Martes, 19-05-2015, Gaudium Press) La idea fundamental que es punto de partida para todas las otras ideas de un ser inteligente es que él existe. Sería imposible al hombre concebir cualquier idea si no tuviese el apoyo de la idea de que algo es, pues, ignorando lo que es el ser, no sabría que algo es. Ser y esencia -el quid, lo que la cosa es- son, por tanto, las dos primeras concepciones del intelecto, presupuestos de todas las demás ideas. El hombre es, por tanto, la única criatura entre las materiales -racional y espiritual- que, además de existir, sabe que existe, por poseer una intuición, una noción que es anterior hasta incluso a este elementar conocimiento intelectual de sí mismo. Según el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, «de hecho hay algo anterior: la materia-prima para la noción de ser es innata. 1 Ella se despierta en el contacto con la realidad. Es un conocimiento germinativo primero, es el conocimiento que el ser tiene de que él es. Y algo, que no es él, es también. Tiene la capacidad de reflexionar: él se conoce y conoce la cosa, y reflexionando desarrolla el primer conocimiento». 2 Esta noción es llamada de sentido del ser. Este ni siquiera exige el pleno uso de la razón -funciona como un hábito existencial-, y solo a partir de él será posible llegar a todos los otros conocimientos.
Así, cuando el niño está todavía en la cuna, con sus primeras percepciones, investigando lo que existe, con un mirar inquisitivo, está en el alba de su sentido del ser puesto ya en movimiento, conociendo. Tal noción de ser es sumamente substanciosa para el hombre, como alimento propio a su inteligencia, pues es el que le permite conocer todas las cosas, garantizándole la salud mental, una vez que si no fuesen verdaderas y reales sus aprehensiones, el no podría hacer el uso recto de su razón. El mismo Prof. Plinio Corrêa de Oliveira llega a afirmar:
En el espíritu humano las reglas de la lógica son subconscientes. La lógica no hace sino explicitar esas reglas. Un hombre que no tuviese esas reglas en sí, como cosas connaturales a su espíritu, sería loco. Un espíritu puede ser extremamente primitivo y, al mismo tiempo, enteramente lógico. En el subconsciente humano caben tesoros de filosofía, de conocimiento, que, aunque implícitamente, son condiciones para la sanidad mental.3
Esos estímulos iniciales y espontáneos del ser humano, en cuanto racional, le dan seguridad en la búsqueda de los objetivos a los cuales fue destinado. Por ejemplo, si fueren dadas algunas bolitas de colores diferentes a un bebé, para jugar, él va a escoger la que más le agrada; después escogerá otra y así sucesivamente. Es la búsqueda instintiva de lo verdadero, del bien y de lo bello que lo llevará a escoger una de las bolitas como la principal, que para él será la mejor y más bonita. Son los reflejos que anteceden la capacidad de juzgar conforme principios claros y establecidos. 4 Y el niño sabe que la bola no es ella y que una bola no es la otra. Tiene innatos los principios de identidad y contradicción: «lo que es, es; lo que no es, no es» y «lo que es, no es lo que no es». 5
Tal conocimiento ya comienza a manifestarse cuando el bebé abre sus ojos a la luz, distinguiendo su ser del de su madre; percibiendo que su sonajero es real y verdadero, pues escucha su ruido; que la leche es blanca y le calma la sensación de hambre, siendo por eso buena; que la luz y los colores son atrayentes y bellos, entreteniéndolo y haciendo con que él quiera conocer y aprender más y más.
Tiene él una intuición de que siempre hay algo más para conocer, además de aquella realidad que ve y aprende experimentalmente, todavía sin comprender conceptualmente cualquier expresión abstracta y formal. En ninguna época se aprende tanto como cuando se es niño, y esta no disocia el entretenerse del comprender. «En este nuestro mundo de seres al cual ella acaba de llegar, el ser del hombre florece y exclama por consonancia con la verdad, bondad y belleza de los seres que observa». 6
Sin saber todavía ningún concepto metafísico, está el niño ordenadamente conociendo cada ente en sus propiedades transcendentales – res, unum, aliquid, verum, bonum, pulchrum -, siguiendo la lógica de su proceso deductivo, de modo instintivo por su sentido del ser. Para el P. Garrigou-Lagrange, OP, 7 la primera aprehensión intelectual lleva precisamente al ser inteligible de las cosas sensibles. En cuanto la vista alcanza lo real material, la forma y el color, la inteligencia lo alcanza como real inteligible. Así como el oído alcanza lo real como sonoro, y el paladar percibe lo más o menos sabroso, la inteligencia lo capta como real inteligible y verdadero. Tiene así, en su primer contacto con las cosas, una primera noción confusa del ser y de lo verdadero. A partir de ahí, la inteligencia busca lo que excede a los sentidos y a la imaginación: las razones de ser de las cosas, su porque, su causa. Por ejemplo: por qué un reloj se mueve, razón que ningún animal pode preguntarse.
De este modo, nuestra inteligencia, desde el primer contacto con lo real inteligible, comprende que lo verdadero es lo que es, y el juicio verdadero es aquel que es conforme con la realidad.
Por la Hna. Juliane Vasconcelos Almeida Campos, EP
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1) El concepto «innato» es empleado en este artículo en el sentido de una percepción intuitiva inherente al propio ser humano -incluso no teniendo aún ideas concebidas-, suponiendo el pleno desarrollo del uso de la razón para su perfecta intelección. De modo que, si falta a un individuo la sanidad mental, le sería enteramente imposible tomar consciencia de esta intuición, que se despierta en el contacto con las realidades y circunstancias exteriores.
2) CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. O alvorecer do senso do ser. São Paulo, 4 maio 1988. Palestra. (Arquivo IFAT).
3) CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Considerações sobre o processo humano. São Paulo, 1973. Conferência. (Arquivo IFAT).
4) Cf. CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Os dois filhos da parábola, e os dois outros. Arautos do Evangelho, São Paulo, ano 4, n. 45, set. 2005, p. 7-8.
5) Para más detalles, ver: GARRIGOU-LAGRANGE, Réginald. El sentido común: la filosofía del ser y las fórmulas dogmáticas. Buenos Aires: Desclée de Brouwer, 1945, p. 148-149.
6) CLÁ DIAS, João Scognamiglio. O primeiro olhar da inteligência. Lumen Veritatis, São Paulo, ano 3, n. 12, jul./set. 2010, p. 14.
7) Cf. GARRIGOU-LAGRANGE. Op. cit. p. 330-332.
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