Redacción (Viernes, 22-05-2015, Gaudium Press) Dios escogió la tribu de Leví para ejercer las funciones del culto. En la clase sacerdotal había una jerarquía compuesta de tres grados: el sumo sacerdote, el sacerdote y el levita.
En el Monte Sinaí, además de los Diez Mandamientos, Dios transmitió a Moisés decretos y leyes, relativos a diversos asuntos: ceremonias religiosas, normas de comportamiento moral, derecho de propiedad, esclavitud, etc.
«No tomarás el partido de la mayoría para hacer el mal». A respecto de la moral, recordamos una norma de mucha actualidad. Innúmeras personas hoy en día, queriendo justificar ciertas actitudes indecorosas que practican, dicen: «Todo el mundo hace eso…». Entretanto, el Altísimo afirmó: «No tomarás el partido de la mayoría para hacer el mal» (Ex 23, 2).
Mientras en todos los pueblos paganos la esclavitud era cruel y antihumana, entre los israelitas ella fue aliviada; los esclavos «tienen sus derechos, que son salvaguardados con toda delicadeza».
Hasta entonces, los israelitas adoraban a Dios en altares improvisados, hechos de piedra o leña. Pero el Altísimo ordenó a Moisés que fabricase un Tabernáculo, que era una tienda portátil de forma rectangular. Todas las normas para su construcción, hasta en los mínimos detalles, fueron dictadas por Dios.
Tabernáculo
El Tabernáculo fue elaborado con materiales de alta calidad, tales como: oro, plata, cobre, tejidos de óptima categoría. Estaba él dividido en dos partes, separadas por una cortina: la anterior, por la cual se entraba, se llamaba Santo, y la posterior, el Santo de los Santos.
En el «Santo de los Santos» se encontraban:
– El Arca de la Alianza, revestida «de oro puro, por dentro y por fuera» (Ex 25, 11). En ella fueron depositadas las dos tablas de la Ley, en las cuales estaban gravados los Diez Mandamientos, una urna de oro conteniendo maná y el bastón de Aarón, con la cual él hizo prodigios en Egipto y que se tornara florido (cf. Hb 9, 4).
– Dos Querubines esculpidos con oro pulido, con las alas extendidas y colocados sobre el Propiciatorio, una placa de oro puro, que recubría el Arca.
En la parte denominada «Santo» había:
– Una Mesa de oro, en la cual quedaban siempre 12 panes, renovables semanalmente, llamados panes de proposición.
– El Altar de los perfumes, hecho de oro, donde se quemaba noche y día, en alabanza a Dios, incienso aromático.
Vemos, así, como en nuestras iglesias, prefiguradas por el Tabernáculo, debemos colocar todo lo que tenemos de mejor y con pulcritud, buscando la mayor gloria del Altísimo.
La clase sacerdotal
Para ejercer las funciones de culto, Dios escogió la tribu de Leví, representada por Aarón y sus descendientes. En la clase sacerdotal habían tres grados jerárquicos: el sumo sacerdote, el sacerdote y el levita.
El propio Moisés consagró con óleo santo a su hermano Aarón, como sumo sacerdote. Solamente él podía entrar en el «Santo de los Santos» una vez por año. En las ceremonias, entre otros paramentos, el sumo sacerdote colocaba sobre el pecho una pieza de tejido recubierta de doce piedras preciosas, en las cuales estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel (cf. Ex 39, 8-14).
Los dos hijos mayores de Aarón fueron ungidos sacerdotes; posteriormente, lo mismo se dio con otros de la tribu de Levi. Los sacerdotes ofrecían sacrificios y, en caso de guerra, daban el toque de alarma con dos trompetas de plata, hechas por orden de Dios (cf. Nm 10, 8-9).
Y los levitas ejercían trabajos religiosos menos importantes. En el desierto, transportaban el Tabernáculo cuando el pueblo se desplazaba a otro lugar.
Todo eso tiene significado simbólico. Afirma el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira: «El sacerdocio de la Antigua Ley prefiguraba del sacerdocio de la Nueva Ley. El sacrificio en el sentido pleno de la palabra es el de Nuestro Señor Jesucristo».
Y el Fundador de los salesianos escribe: «Igualmente en la Iglesia Católica existe una jerarquía, cuyo jefe es el Sumo Pontífice, Vicario de Jesucristo en la Tierra; después de él y sujetos a él, vienen los obispos, los sacerdotes, los diáconos y los otros ministros inferiores».
Principales fiestas
Los judíos celebraban cuatro fiestas principales:
– La Pascua, la más importante, recordaba la salida de Egipto y el «paso» del Ángel exterminador. Esa fiesta duraba siete días, en el primero de los cuales cada familia inmolaba un cordero pascual.
– Pentecostés, 50 días después de la Pascua, en recuerdo de la Ley transmitida por Dios en el Monte Sinaí.
– La fiesta de los Tabernáculos, o de las Tiendas, en memoria de la época en que vivieron en tiendas en el desierto.
– Expiación. En ese día se hacía ayuno, se ofrecían diversos sacrificios y holocaustos. Era el único día en que el Sumo Sacerdote penetraba en el «Santo de los Santos». San Pablo muestra que el Sumo Sacerdote es prefigura de Jesucristo, que entró en el Cielo con su propia Sangre para realizar nuestra redención (cf. Hb 9, 11-12).
La Sagrada Familia y la ley mosaica
La Sagrada Familia cumplía los preceptos de la ley mosaica. Por ejemplo, la presentación del Divino Infante en el Templo, y la Purificación de Nuestra Señora, 40 días después de haber dado a luz, conforme establece el Levítico (cf. Lv 12, 1-8).
El episodio de la pérdida y del encuentro del Niño-Dios en el Templo ocurrió por ocasión de la conmemoración de la Pascua. Al narrar ese hecho afirma San Lucas: «Todos los años, los padres de Jesús iban a Jerusalén para la fiesta de la Pascua» (Lc 2, 41).
Que María Santísima nos obtenga la gracia de cumplir con alegría los preceptos de la Santa Iglesia, y de tener para con ella un amor muy mayor al que los israelitas poseían por el Tabernáculo.
Por Paulo Francisco Martos
(in Noções de História Sagrada – 29)
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1 – FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 6. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, v. 1, p. 254.
2 – Matriz do pensamento de Dr. Plinio. In Revista Dr. Plinio, março 2015, p. 13.
3 – SÃO JOÃO BOSCO. História Sagrada. 10 ed. São Paulo: Salesiana, 1949, p. 79.
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