Roma (Martes, 02-06-2015, Gaudium Press) La historia de Satoko Kitahara es algo poco común. Cómo ella conoció la Fe católica también es algo fuera de los patrones.
Nació en 1929 y pertenecía a una familia de la alta aristocracia de Japón. Su linaje se remonta a un antiguo samurai japonés.
Recientemente, Satoko fue reconocida como Sierva de Dios por la Iglesia Católica. Eso significa que, si su proceso de canonización avanza, ella puede llegar a ser reconocida como santa.
El Padre Ângelo Paleri, Postulador general de la causa de Satoko Kitahara, dice que ella «es un ejemplo de cómo alguien, perteneciente a cualquier familia, origen o condición puede llegar a aceptar el amor de Cristo y darse a los demás, inclusive en situaciones difíciles».
Satoko conoció la Fe católica en 1948. Ella ya tenía 20 años. Un día entró a una Iglesia y encontró una representación de Nuestra Señora de Lourdes que la dejó impresionada. A partir de entonces, su vida cambió.
El Padre Paleri cuenta que «La primera vez que entró a una iglesia, tuvo una sensación de enorme paz. Se quedó muy impresionada por la expresión de una imagen de la Virgen».
Poco después de su conversión, Satoko abandonó su cómoda vida para atender a los pobres, viviendo junto a ellos. Ella pasó a ser conocida como «Ángel de la ciudad de las hormigas» porque pasó a vivir y hacer apostolado en un lugar junto al vertedero de basura llamado «ciudad de las hormigas».
Mientras trabajaba allí, fue profesora de los niños pobres del lugar y aprovechaba para evangelizar. Y fue gracias a la acción de Satoko que muchos japoneses conocieron la Fe católica.
Hoy en día su tumba es visitada por centenas de personas.
«Muchos le tienen una gran devoción. Y no son sólo los de su época que la veneran. También muchas personas de Tokio la veneran y visitan su tumba», comenta el Padre Paleri.
En su época, muchos no entendieron que ella haya dejado una vida de riqueza para asumir un estado de vida de pobreza junto a los habitantes de un vertedero.
Pero, Satoko nunca abandonó aquellos pobres, ni siquiera cuando estuvo gravemente enferma.
Por amor a Dios, ella escogió vivir con ellos y así lo hizo hasta el último día de su vida.
Allí ella condujo a muchos a una vida de virtudes y se santificó. (JSG)
De la de Redacción Gaudium Press, con informaciones de Rome Reports
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