Ciudad del Vaticano (Sábado, 13-06-2015, Gaudium Press) Un artículo escrito por el Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Card. Robert Sarah, sobre la Declaración Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II constituye una bella síntesis del valor y dignidad de la Liturgia católica. «El Concilio quiere que contemplemos lo que es en esencia», afirmó el Cardenal. «La práctica de la Iglesia siempre viene de aquello que recibe y contempla la revelación».
El silencio reverente es una de las formas de participación en la Eucaristía. Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press |
El texto del Concilio estudiado por el Cardenal en su artículo «La Acción Silenciosa del Corazón» recuerda que existe «una continuidad entre la misión de Cristo Redentor y la misión de la liturgia de la Iglesia. Los sacramentos son los canales dispuestos por Cristo para que los apóstoles continuaran su misión y por esta razón «implementar la Liturgia no es nada más que implementar la obra de Cristo», explicó el prefecto. «La Liturgia es en esencia Actio Christi, el ‘trabajo de la redención humana y la perfecta glorificación de Dios'».
La misión de la Iglesia es entrar en esta acción directa de Cristo y reconocerlo como «sumo sacerdote, el verdadero sujeto, el actor real de la Liturgia», agregó el Cardenal Sarah. «Si este principio vital no es recibido en fe, es probable que se haga de la Liturgia una obra humana, una auto celebración de la comunidad». La comunidad no es la que hace la liturgia, ni la participación activa debe interpretarse como una «necesidad de hacer algo». En su lugar, se trata de «dejar que Cristo nos tome y nos asocie con su sacrificio».
La actitud frente al misterio de la presencia de Dios en la Eucaristía es el de la «admiración sagrada» y el «temor gozoso» expresados en el silencio, según el Card. Sarah. Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press |
Para el Cardenal es importante recordar que en la celebración de la Eucaristía de cara al pueblo el sacerdote actúa en persona de Cristo Cabeza y busca facilitar que los fieles sean motivados a un encuentro cara a cara con Dios que «a través de la gracia del Espíritu Santo, se convierta en un corazón a corazón». Siendo el centro de la celebración Dios mismo, el Prefecto indicó que la liturgia hacia Oriente (en la cual el sacerdote da la espalda al pueblo) es consistente con el significado de lo que busca la Liturgia y sugiere que «esta forma de hacer podria tener lugar apropiadamente en las Catedrales donde la vida litúrgica debe ser ejemplar».
Silencio y admiración
El purpurado hizo un llamado a la necesidad de mantener el ambiente de recogimiento y oración durante la Liturgia, y expresó que la influencia de la cultura occidental, influenciada por la técnica y los medios de comunicación, ha intentado transferir a la Liturgia objetivos externos, como la pedagogía y la convivencia, que algunas veces permiten la introducción de «elementos profanos» y celebraciones «espectaculares», evidenciadas en gestos como los aplausos. «Se cree que esto motiva la participación de los fieles, cuando en realidad reduce la Liturgia a un juego humano».
Como elemento esencial del ambiente propio de la celebración litúrgica, el Card. Sarah destacó el silencio. «La Liturgia nos pone en realidad en presencia de la trascendencia divina. La participación significa renovarnos en el verdadero ‘estupor’ que San Juan Pablo II tenía en alta estima», indicó. «Esta admiración sagrada, este temor gozoso, requiere nuestro silencio ante la Divina Majestad». El silencio es en realidad una de las formas de participación descritas por el Concilio, recordó.
El Cardenal Sarah destacó la unidad y continuidad entre las formas de celebrar la Eucaristía y pidió que este mismo espíritu de unión se manifieste entre los fieles, de forma que la Liturgia no sea en ningún caso un «espacio de rivalidad y crítica», sino una participación de la liturgia de la Jerusalén Celestial.
Con información de L’Osservatore Romano.
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