domingo, 24 de noviembre de 2024
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Obispo de Tubarão, Brasil, escribe sobre la vida de santidad de Albertina Berkenbrock

Florianópolis (Viernes, 19-06-2015, Gaudium Press) Conocida por los fieles del estado de Santa Catarina, Brasil, como «nuestra Albertina», Albertina Berkenbrock, que todavía muy joven, y de forma repentina, ya poseía la fama de santidad debido a su vida dedicada a la oración y devoción a Nuestra Señora, y que fuera asesinada brutalmente a los 12 años, fue el tema del artículo escrito por el obispo de Tubarão, en Santa Catarina, Mons. Jacinto Bergmann.

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Mons. Jacinto contó que cuando Albertina fue asesinada a los 12 años, el día 15 de junio de 1931, ella resistió a las tentaciones del empleado de su padre, Maneco Palhoça, pues quería «preservar su pureza espiritual y corporal y defender la dignidad de la mujer, por causa de la Fe y la fidelidad a Dios. Y ella lo hizo, heroicamente, como verdadera mártir».

«El martirio y la consecuente fama de santidad se esparcieron rápidamente de manera clara y convincente. Al final, ella fue una niña de gran sensibilidad con Dios y con las cosas de Dios, con el prójimo y con las cosas del prójimo. Eso emerge, con nitidez, de su vida, vivida en la simplicidad de sus tiernos años», dijo.

El prelado resaltó que los padres de la niña y sus familiares supieron educarla con base en los principios de la Fe, el amor y la esperanza, virtudes teologales de la religión cristiana. «Le transmitieron, por la vida y la enseñanza, todas las verdades reveladas en la Sagrada Escritura. Y ella aprendió a corresponder a todo con gran generosidad de alma. Buscar en Dios inspiración y fuerza para vivir, se tornó algo espontáneo».

La joven. Prosiguió, rezaba todos los días, siempre manteniendo en su rostro el semblante de alegría, incluso cuando estaba solita o al lado de la familia y la comunidad. Luego, aprendió a participar activamente de la vida religiosa, en todos sus aspectos.

«Cuando llegó el tiempo de la catequesis preparatoria para los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía, Albertina llamó la atención por la forma como se preparó: con mucha diligencia y grandeza de corazón», recordó Mons. Jacinto, citando, en seguida, que la «primera confesión» de la joven «se tornó puerta abierta para confesarse frecuentemente» y así, mantener encendida su Fe.

«La ‘primera comunión’ fue una experiencia única, a tal punto que ella misma afirmó: – ‘¡Fue el día más bello de mi vida!’. A partir de entonces, no dejó más de participar de la Eucaristía, tornando ese sacramento ‘fuente y cumbre de su vida cristiana’. Le gustaba hablar, en su forma simple de expresarse, del misterio eucarístico como experiencia del amor de Dios, comprendiendo que la Eucaristía es el memorial de la muerte y resurrección de Jesús, acto supremo del amor redentor.»

La devoción filial a Nuestra Señora fue una de las características más resaltantes en la vida de Albertina, una vez que la veneraba con cariño, tanto en casa como en la capilla de la comunidad.

La formación cristiana

Sobre ese asunto, Mons. Jacinto enfatizó, basado en el ejemplo de la joven, que «la formación cristiana, vivida y enseñada por la familia, proyectó en Albertina virtudes humanas extraordinarias: la bondad, la acogida, la ternura, la docilidad, el servicio. Tuvo una obediencia responsable; fue incansable en las actividades de trabajo y estudio; tuvo espíritu de sacrificio; supo tener paciencia, confianza y coraje», siendo visibles en la convivencia en casa, en la comunidad, en la escuela y en otros ambientes los cuales frecuentaba.

«Todas esas virtudes humanas y cristianas muestran que Albertina, a pesar de su poca edad, fue una persona impregnada de la Trinidad Santa. Correspondió a la vocación de santidad que recibió en el día del bautismo. Fue una gigante de Fe, de amor y de esperanza. Vivió los valores del Evangelio de modo admirable», agregó.

Al final de su artículo, el obispo de Tubarão declaró que la Diócesis catarinense y la Iglesia de Brasil «pueden enorgullecerse en presentar una joven como modelo de santidad para la juventud de los tiempos de hoy y de siempre: la Bienaventurada Albertina». (LMI)

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