Redacción (Miércoles, 24-06-2015, Gaudium Press) Llamado para maldecir a los israelitas, Balaam los bendijo, debido a la intervención de un Ángel. Entretanto, él no fue fiel a Dios e incluso empleó diabólica astucia para perder al pueblo electo, siendo por eso castigado.
Continuando su caminata, los israelitas llegaron a las fronteras de la Tierra Prometida, junto al Río Jordán, en la altura de Jericó. Viendo aproximarse aquel pueblo, los moabitas quedaron aterrorizados.
Un Ángel con espada desenvainada
Balac, rey de los moabitas, envió mensajeros al profeta Balaam los cuales le ofrecían pago, para que fuese a la tierra de Moab a fin de maldecir a los hebreos.
Mula de Balaam detenida por un Ángel Tapiz en el Museo del Escorial, España |
Dios apareció a Balaam y le dijo que no maldiga un pueblo que era bendecido. Pero, habiendo recibido nuevos ofrecimientos, ese profeta acabó rechazando la orden divina y, ensillando su mula, partió para la tierra de Moab, acompañado de dos criados.
«Dios se inflamó de ira por el hecho de él haber partido» (Nm 22, 22), y envió un Ángel para impedirle el paso. Al ver el Ángel «con la espada desenvainada en la mano, la mula se desvió del camino y comenzó a andar por el campo» (Nm 22, 23).
Balaam se puso a golpear a la mula, que cambiaba de dirección, pero el Ángel siempre impedía su paso. Siendo cada vez más azotada, el Señor hizo que la mula hablase; ella se quejó de los golpes que recibía y, ciego delante de tal prodigio, Balaam dijo a la mula que la mataría si tuviese un cuchillo…
Entonces, él vio el Ángel sosteniendo la espada desenvainada; se arrodilló y prostró por tierra. Y el enviado de Dios le declaró que, si la mula no hubiese desviado su camino, él lo habría matado (cf. Nm 22, 33).
Cuatro oráculos
Balaam reconoció su pecado y quería volver a su casa, pero el Ángel le ordenó que fuese al encuentro de Balac, pero que solamente le dijese las palabras que él, el Ángel, le transmitiese.
Llegando junto al rey de los moabitas, este llevó a Balaam a lo alto de un monte, y le pidió que lanzase la maldición sobre los israelitas. Entretanto, en vez de maldecir, él bendijo.
Balac lo condujo a otro monte, y Balaam también profirió bendiciones a los hebreos; y lo mismo sucedió en la cumbre de un tercer monte.
Indignado, el rey moabita mandó a Balaam regresar a su casa, pero este afirmó que había trasmitido apenas lo que Dios le comunicara.
Y, antes de irse, hizo su cuarto oráculo, el más bello de todos.
El Mesías realizó de una manera completa ese magnífico oráculo, aunque diversos trechos se apliquen también al Rey David.
Fineas aplaca el furor de Dios
Balaam, movido por el espíritu maligno, recomendó a Balac que enviase a los hebreos las mujeres de Madián, a fin de corromperlos moralmente y después adorasen a Baal; pues, así debilitados de cuerpo y alma, serían derrotados.
Muchos cedieron y Dios ordenó a Moisés que fuesen muertos; y la masacre comenzó. La lujuria llegó a tal punto que uno de los jefes hebreos, «a la vista de Moisés y de toda la comunidad de los israelitas» (Nm 25, 6), pecó con una hija de un «jefe tribal de una de las casas patriarcales de Madián» (Nm 25, 15).
«Viendo esto, Fineas -hijo del sacerdote Eleázar, por tanto nieto de Aarón- se levantó del medio de la comunidad de los israelitas, tomó una lanza […] y traspasó a los dos juntos. Así fue detenida la mortandad que reinaba entre los israelitas. Fueron 24.000 las víctimas de esta mortandad» (Nm 25, 7-9).
Entonces, Dios habló a Moisés: «Fineas […] alejó de los israelitas mi furor, tomado de celo por Mí. […] Por eso decidí hacer con él mi alianza de paz» (Nm 25, 11-12). Después de la muerte de Eleázar, Fineas le sucedió en la función de sumo sacerdote.
Balaam es muerto, juntamente con los madianitas
Dios mandó también a Moisés y al sumo sacerdote Eleázar que efectuasen un nuevo censo. Eso realizado, se verificó que, entre los hombres aptos para la guerra computados, «no constaba ninguno de los israelitas censados en el censo realizado por Moisés y el sacerdote Aarón en el desierto del Sinaí» (Nm 26, 64).
Conforme el Omnipotente había afirmado, todos murieron excepto Josué y Caleb, que habían sido fieles cuando, 40 años antes, participaron de la exploración de la Tierra Prometida.
Y el Altísimo ordenó a Moisés que los madianitas fuesen diezmados (cf. Nm 25, 16). El profeta de Dios envió a la batalla 12.000 hombres escogidos, así como Fineas, que llevó objetos sagrados y las trompetas de alarma, pues se trataba de «una guerra santa que se iba emprender». Fue un gran privilegio para el sacerdote Fineas, «que había manifestado tanto celo contra los madianitas corruptores de Israel».
El ataque fue realizado y los israelitas cobraron la vida de todos los hombres madianitas; «pasaron a la espada inclusive a Balaam» (Nm 31, 8). Y fueron muertas también las mujeres de Madián, las cuales, «instigadas por Balaam, llevaron a los israelitas a ser infieles al Señor» (Nm 31, 16).
Pidamos a Nuestra Señora que nos obtenga la gracia de la total fidelidad a Dios, y clarividencia para no ser ilusionados por las tramas de los malos.
Por Paulo Francisco Martos
(in Noções de História Sagrada (34))
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1 – Cf. FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 6. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, v. 1, p. 516.
2 – Cf. SÃO JOÃO BOSCO. História Sagrada. 10 ed. São Paulo: Salesiana, 1949, p.84.
3 – FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 6. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, v. 1, p. 535.
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