jueves, 21 de noviembre de 2024
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Sor Josefa Menéndez: La mensajera del Sagrado Corazón de Jesús

Redacción (Viernes, 26-06-2015, Gaudium Press) «Crean en mi misericordia; esperen todo de mi bondad y no duden de mi perdón. Soy Dios, pero Dios de amor! Soy Padre, pero Padre que ama con ternura y no con severidad».

1.jpgNo hay como leer estas palabras y no sentirse conmovido, ¿no es cierto? Esta es apenas una frase de las largas revelaciones de Jesucristo a la Hermana Sor Josefa Menéndez, religiosa española que vivió en el inicio del siglo pasado y tuvo su vida dedicada a la divulgación de los mensajes de amor del Sagrado Corazón de Jesús al mundo.

Josefa Menéndez nació en Madrid, el 4 de febrero de 1890. Aún muy joven entró a la Sociedad del Sagrado Corazón, en Francia, donde muy temprano fue objeto de las revelaciones del Divino Maestro. Tuvo una vida breve, falleció en 1923, a los 33 años de edad. El 30 de noviembre de 1948, fue iniciado su proceso de beatificación.

Diez años antes de instaurarse el proceso, el Cardenal Eugenio Pacelli, futuro Papa Pío XII, dio a conocer al mundo un libro escrito por la Hermana Josefa, titulado «Llamado al Amor», que relataba las experiencias místicas de la religiosa durante su breve vida.

En las revelaciones, encontramos en palabras pungentes la manifestación del amor infinito y aparentemente incomprensible de Dios que se entregó por nosotros.

Veamos algunos trechos emocionantes:

• «Ah! Si las almas supiesen como las espero lleno de misericordia! Soy el Amor de los amores! Y no puedo descansar sino perdonando!»

• «No es el pecado lo que más hiere Mi Corazón… Lo que lo despedaza es no querer las almas refugiarse en Mí después de haberlo cometido. (…) Quería también mostrar a las almas que nunca les niego mi gracia, ni así mismo cuando están cargadas de los más graves pecados (…). Quería darles a comprender que no es por el hecho de estar en pecado mortal que deben apartarse de Mi».

SagradoCorazon_Gaudium_Press.jpg• «Estoy siempre esperando con amor que las almas vengan a Mí! Vengan!… ¡Láncense en mis Brazos! ¡No tengan miedo! Conozco el fondo de las almas, sus pasiones, su atracción por el mundo y por los placeres (…). Mi Corazón es infinitamente sabio, pero también infinitamente santo, y como conoce la miseria y las fragilidades humanas, se inclina hacia los pobres pecadores con misericordia infinita.

Amo las almas después que cometen el primer pecado, si vienen a pedir humildemente perdón. Las amo aun, cuando lloraren por el segundo pecado y, si eso se repite, no digo un billón de veces, sino millones de billones. ¡Las amo y las perdono siempre, y lavo en la misma sangre el último como el primer pecado!»

• «No me canso de las almas, y mi Corazón siempre espera que vengan a refugiarse en Él, por mas miserables que sean. No tiene un padre mas cuidado con el hijo que es enfermo que con los que tienen buena salud? ¿Con este hijo, no son mayores sus delicadezas y su solicitud? Así también mi Corazón derrama sobre los pecadores con más liberalidad que sobre los justos, y su compasión es su ternura».

Palabras con timbre divino, con las cuales Dios se inclina sobre nosotros para hacernos comprender y sentir su amor, su cariño y su compasión infinitos. Se nos muestra a nosotros como el mejor de todos los padres. Y, al mismo tiempo, nos atrae por la Fe, por la confianza en su misericordia y nos da la certeza de que seremos atendidos como si fuésemos su único hijo.

 

 

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