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El día en que Brasil paró para acompañar a Juan Pablo II

Redacción (Viernes, 03-07-2015, Gaudium Press) El día 30 de junio es una fecha para ser guardada con siete llaves en la memoria de aquellos que tuvieron la oportunidad de presenciar uno de los hechos más significativos de la historia de la Iglesia en Brasil. El año era 1980, el país pasaba por un período de turbulencias políticas. A pesar de la crisis económica que afectaba todos los sectores, uno de los elementos que contribuyó a llamar a aquella la «década perdida», no todo estaba perdido.

Los momentos de crisis, la preocupación con la inestabilidad financiera y las innúmeras protestas por el fin de la dictadura y el regreso de la democracia, quedaron en segundo plano durante 13 días. Fue el tiempo suficiente para que la población olvidase los problemas sociales y fuera tomada por un espíritu contagioso de alegría y Fe con la llegada del entonces Papa Juan Pablo II – hoy, San Juan Pablo II, canonizado el 27 de abril de 2014, junto con el también Papa Juan XVIII.

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Ya en suelo brasileño, Karol Józef Wojtyla, el «Juan de Dios», como los fieles de Brasil se referían a él, ya cuando descendió del avión, en Brasilia, realizó uno de los actos que quedaron registrados en la historia de su pontificado y que fue repetido innúmeras veces en sus viajes apostólicos siguientes: el beso en el suelo brasileño, en plena tierra custodiada por la gracia de la Patrona, Nuestra Señora Aparecida. El hecho fue considerado un paso muy importante para unir para siempre el corazón del Papa al corazón de los brasileños.

Sin duda, la llegada de Juan Pablo II por primera vez a tierras brasileñas -y la primera vez que  un Papa aterrizaba en el país- alivió las tensiones de la población, además de transmitir un nuevo ánimo para poder seguir adelante, con la esperanza de que días mejores todavía estarían por venir.

En aquella época, a lo largo de los 13 días de estadía en Brasil, el Santo Padre visitó 13 ciudades diferentes (Belo Horizonte, Río de Janeiro, San Pablo, Aparecida, Puerto Alegre, Curitiba, Manaos, Recife, Salvador, Belén de Pará, Teresina y Fortaleza), siendo acogido por diversas personas de todos los géneros, clases y gustos y anunciando a todos los que encontraba por las calles y avenidas el Evangelio de la Vida.

Cerca de 4,5 millones de personas se sintieron emocionadas con el impacto causado por la estadía del Papa polaco. Era imposible encontrar alguien no feliz y orgulloso con la presencia del 264º representante del Apóstol San Pedro en el país.

«El Papa piensa en cada uno. Él ama a todos y a todos envía un saludo bien brasileño: ‘¡un abrazo!’. Con este gesto de amistad, recibid mis votos de felicidades: Dios bendiga vuestro Brasil. Dios bendiga a todos vosotros, brasileños, con la paz y la prosperidad, la serena concordia en la comprensión y la fraternidad. Bajo la mirada materna y la protección de Nuestra Señora Aparecida, Patrona de Brasil», fue lo que dijo San Juan Pablo II al corazón de los brasileños, que más tarde recibirían nuevamente la visita del Pontífice en otras dos oportunidades, en 1991, cuando desembarcó en Salvador para visitar a la Hermana Dulce, el «Ángel Bueno de Bahía», que estaba con la salud debilitada, y en 1997, por ocasión del II Encuentro Mundial del Papa con las Familias, en Río de Janeiro, concediendo también su bendición a la Ciudad Maravillosa.

Por Leandro Massoni

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