Erexim (Viernes, 03-07-2015, Gaudium Press) «El cuidado de la vida» es el título del artículo semanal de Mons. José Gislon, Obispo de la Diócesis de Erexim, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil. En el texto, él afirma que como discípulos y misioneros del señor Jesús, no podemos dejar de proteger y cuidar de la vida, porque ella es don de Dios, y el Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. «Yo vine para que todos tengan vida y la tengan en abundancia.» (Jn 10,10).
Según el Prelado, en su misión de anunciar el Reino de Dios, la Iglesia no puede dejar de presentar Jesús a las personas para que ellas tengan la posibilidad de acogerlo en la vida, y puedan percibir que son amadas por el Padre, porque forman parte de su proyecto de amor.
«Acoger a Jesús en mi vida, significa también asumir un compromiso en cuidar de las condiciones de vida de muchos hermanos y hermanas abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y dolor. Tales situaciones contradicen el proyecto de Dios y desafían a los discípulos del Señor a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida», evalúa.
Él también refuerza que, en las Directrices Generales de la Acción Evangelizadora de la Iglesia en Brasil 2015-2019, una de las urgencias de la acción evangelizadora es contemplar en el plan pastoral una «Iglesia al servicio de la vida plena para todos». Conforme el Obispo, esta urgencia se hace necesaria porque el propio Jesús nos enseñó que el servicio a la vida comienza por el respeto a la dignidad de la persona humana, independiente de su condición social.
Además, Mons. Gislon enfatiza que la familia, patrimonio de la humanidad, lugar y escuela de comunión, primer espacio para la iniciación a la vida cristiana de los niños, en el seno del cual los padres son los primeros catequistas, merece siempre una atención especial, por ser también un lugar privilegiado que acoge la vida. Para él, la estructura familiar es el primer espacio que debería defender y promover la dignidad de la vida humana en todas las etapas de la existencia, desde la fecundación hasta la muerte natural.
Por último, el Obispo resalta que, en la familia, nadie debía sufrir preconcepto ni discriminación, sino todos deben tener el derecho de ser acogidos, amados, y perdonados, independientes de las condiciones materiales y del contexto histórico social en que la persona vive. «En la familia, es importante el celo por el bien común, pero sin olvidar de cuidar de nuestro bien más importante, la vida», concluye. (FB)
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