sábado, 23 de noviembre de 2024
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Benedicto XVI recibe doctorado honoris causa y destaca valor de la música sacra

Castel Gandolfo (Lunes, 06-07-2015, Gaudium Press) En un acto académico en Castel Gandolfo, localidad donde los Papas suelen descansar durante el verano, el Papa emérito Benedicto XVI hizo una excepción en la vida de reserva y discreción para participar en el acto público de la entrega de un doctorado honoris causa de la Pontificia Universidad Juan Pablo II y la Academia de Música de Cracovia como reconocimiento a su valoración de la música sacra durante su servicio a la Iglesia como Cardenal y como Pontífice. En el encuentro, en el cual también participó el Cardenal polaco Stanislaw Dziwisz, el Pontífice emérito relató recuerdos personales sobre la excelencia de esta forma de arte al servicio de la Liturgia.

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Benedicto XVI recibe el doctorado honoris causa. Foto: Divine Word.

El inicio del discurso de Benedicto XVi fue dedicado a Polonia, país de origen de las instituciones que le otorgaron el reconocimiento. El Papa emérito afirmó haber profundizado su «unión con Polonia, con Cracovia, con la patria de nuestro gran Santo Juan Pablo II. Porque sin él mi camino espiritual y teológico no es siquiera imaginable», afirmó. «Con su ejemplo vivo él nos ha mostrado cómo pueden ir de la mano la alegría de la gran música sacra y la tarea de la participación común en la sagrada liturgia, la alegría solemne y la simplicidad de la humilde celebración de la fe».

El origen de la música

El pontífice emérito recordó el temprano contacto con la música sacra en Salisburghese, donde «las misas festivas iban acompañadas por el coro y la orquesta, que fueron parte integrante de nuestra experiencia de fe en la celebración de la liturgia». «Permanece indeleblemente grabado en mi memoria cómo, por ejemplo, apenas resonaban las primeras notas de la Misa de coronación de Mozart, parecía que el cielo casi se abriera y se experimentaba de manera muy profunda la presencia del Señor» relató.

Esta experiencia sería más adelante enriquecida con la formación sacerdotal y el estudio de la Liturgia, que tiene a su vez el principio de la participatio actuosa característico del Concilio Vaticano II y el mandato claro citado por el Papa emérito: «Que se conserve y se incremente con gran cuidado el patrimonio de la música sacra». Para responder la forma adecuada como se debe cumplir este lineamiento, Benedicto XVI hizo una reflexión sobre el arte de la música.

«Pienso que se pueden localizar tres ‘lugares’ de los cuales proviene la música», afirmó el Papa emérito. Uno de ellos sería el amor, cuando la apertura a «otra dimensión del ser, una nueva grandeza y amplitud de la realidad», empuja a los hombres a «expresarse de un modo nuevo». Otro de los lugares sería la tristeza, el encuentro con la muerte y el dolor en el que surgen «dimensiones de la realidad que no pueden encontrar respuesta sólo en los discursos». Por último y como lugar más alto está «el encuentro con el divino, que desde el inicio es parte de lo que define al humano».

Dios toca al hombre

Para Benedicto XVI, «en los otros dos ambientes -el amor y la muerte- el misterio divino nos toca y, en este sentido, es el ser tocados por Dios lo que en conjunto constituyen el origen de la música». Tanto la adoración como los sentimientos humanos se expresan en los Salmos, origen de la música sacra. » Se puede decir que la calidad de la música depende de la pureza y de la grandeza del encuentro con lo Divino, con la experiencia del amor y del dolor. Cuanto más pura y verdadera es esta experiencia, tanto más pura y grande será también la música que de ella nace y se desarrolla».

«En el ámbito de las más diversas culturas y religiones están presentes una gran literatura, una gran arquitectura, una gran pintura y grandes escultores. Y en todas partes está también la música», agregó el Papa emérito. «Sin embargo, en ningún otro ámbito cultural existe una música de igual grandeza a la nacida en el ámbito de la fe cristiana: desde Palestrina a Bach, de Händel hasta Mozart, Beethoven y Bruckner. La música occidental es única, no tiene iguales en las otras culturas. Esto nos debe hacer pensar. Es cierto que la música occidental supera en mucho el ámbito religioso y eclesial. Y sin embargo, encuentra su fuente más profunda en la liturgia en el encuentro con Dios».

Benedicto XVI destacó la música sacra como «una realidad de rango teológico y de significado permanente para la fe de toda la cristiandad, también si no es necesario que sea realizada siempre o en cualquier lugar». A su vez, recordó que la música sacra «no puede desaparecer de la liturgia y que su presencia puede ser un modo del todo especial de participación a la celebración sagrada, al misterio de la fe».

Al final de su discurso, el Pontífice emérito agradeció la titulación recibida y el compromiso de las instituciones educativas «para que el gran don de la música sagrada que proviene de la tradición de la fe cristiana siga vivo y sea de ayuda para que la fuerza creativa de la fe también en el futuro no se extinga», un trabajo que está «al servicio de la belleza de la fe».

Con información de ACI.

 

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