Redacción – (Viernes, 17-07-2015, Gaudium Press) – En la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, Monseñor João Clá Dias tiene algo para decirnos sobre Santo Elías, el Carmelo y el Escapulario del Carmen, conocido también como Bentinho:
«Anticipando el monacato católico, unos tantos discípulos de Elías escogieron lo alto del Monte Carmelo para, allí, abrazar la contemplación. Así permanecieron en la sucesión de las generaciones, hasta la venida del Señor. Varios de ellos se convirtieron después de Pentecostés y fueron los primeros en erigir un oratorio en alabanza a Nuestra Señora.
Tácito nos relata que el Emperador Vespasiano subía al Monte Carmelo para consultar un oráculo, y allá oía las orientaciones de un sacerdote llamado Basilido que, a cierta altura, le pronosticó un gran éxito.
Otro historiador, Suetonio, refuerza el relato hecho por éste, agregando que Vespasiano iba al Carmelo a la búsqueda de una confirmación de su destino y de sus pensamientos, y de allá retornaba lleno de ánimo.
Autores de peso discuten entre sí, si el oratorio allá existente sería de origen pagano o si, de hecho, ya se trataba de un santuario dedicado a la Santísima Virgen. Entretanto, enteramente cierta es la enorme antigüedad de la Orden del Carmen.
Después de Elías, su discípulo Eliseo continuó habitando aquella montaña, rodeado de «hijos de los profetas» (cf. 2Rs 2,25; 4, 25; 4,38, etc.). Se conoce allí una «gruta de Elías» y una caverna llamada de «Escuela de los Profetas».
Pero el primer documento de la Historia que llegó hasta nosotros, mencionando un grupo de eremitas en el Monte Carmelo, es de la mitad del s. XII. Vivían ellos bajo la dirección de un ex-militar de nombre Bertoldo. En 1154 o 1155, un pariente de este, Aymeric, Patriarca de Antioquía, lo orientará en el establecimiento de la ermita. A un monje griego, Juan Focas, que lo visitó en 1185, San Bertoldo contó haberse retirado con diez discípulos para el Carmelo en virtud de una aparición de Santo Elías. Esa comunidad recibió poco después, del Patriarca de Jerusalén, San Alberto, una regla, que fue enmendada y definitivamente aprobada por el Papa Inocencio IV, en 1247. Estaba, así, constituida la Orden del Carmen.
La primera vestimenta fue confeccionada por Dios
La primera vestimenta de que se tenga noticia en la Historia remonta al Paraíso Terrestre. Nos cuenta el Génesis (3, 21) que, después de la caída de nuestros primeros padres, Adán y Eva, el propio Dios les confeccionó túnicas de piel y con ellas los revistió. Mucho más tarde, Jacob hizo una túnica de variados colores para el uso de José, su hijo bien-amado (Gn 37, 3). Y así, las vestimentas van siendo citadas en estas o en aquellas circunstancias, a lo largo de las Escrituras (Gn 27, 15; 1 Sm 2, 19; etc.). Una túnica, sin embargo, ocupa lugar «princeps» entre todas las vestimentas: aquella sobre la cual los soldados lanzaron suerte, por tratarse de una pieza de altísimo valor, por el hecho de no poseer costura. Una piadosa tradición atribuye a las purísimas manos de María el arte empleado en su confección. Al darse cuenta, los esbirros, de la elevada calidad de aquella pieza, tomaron la resolución de no rasgarla.
Así vestía María a su Hijo Jesús, desde su nacimiento, como esmerada y devotada Madre. Y de la misma forma quiere revestir también a nosotros, sus hijos adoptivos, Aquella que «como niebla cubre la tierra entera». Pues a Ella fuimos entregados en la misma ocasión en que los soldados, por la suerte, decidían sobre la propiedad de la túnica de Jesús: «Mujer, aquí tienes a tu hijo» (Jn 19,26).
El Escapulario es una señal de alianza con Nuestra Señora, y expresa nuestra consagración a Ella. |
Papas enaltecen el uso del Escapulario
En 1951, por ocasión de la celebración del 700º aniversario de la entrega del Escapulario, el Papa Pío XII dijo en carta a los Superiores Generales de las dos
Órdenes carmelitas: «Porque el Santo Escapulario, que puede ser llamado de Hábito o Traje de María, es una señal y prenda de protección de la Madre de Dios».
Exactamente 50 años después, el Papa Juan Pablo II afirmó: «El Escapulario es esencialmente un ‘hábito’. Quien lo recibe es agregado o asociado en un grado más o menos íntimo a la Orden del Carmen, dedicada al servicio de la Virgen para el bien de toda la Iglesia. (…) Dos son las verdades evocadas por el signo del Escapulario: de un lado, la constante protección de la Santísima Virgen, no solo a lo largo del camino de la vida, sino también en el momento del paso a la plenitud de la gloria eterna; de otro, la consciencia de que la devoción para con Ella no puede limitarse a oraciones y tributos en su honra en algunas ocasiones, sino debe tornarse un ‘hábito’.»
Esos dos Pontífices confirman, así, manifestaciones de aprecio al Escapulario hechas por varios de sus antecesores, tales como Benedicto XIII, Clemente VII, Benedicto XIV, León XIII, San Pío X y Benedicto XV. Benedicto XIII extendió a toda la Iglesia la celebración de la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, el 16 de julio.
Estas son algunas de las razones que unen a los Heraldos a la Orden del Carmen y por eso son revestidos del Escapulario además de tener en un obispo carmelita, Mons. Lucio Angelo Renna, un padre y protector.
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