Redacción (Miércoles, 29-07-2015, Gaudium Press) El egoísta, el ensimismado, el que aunque vive en el mundo vive es para su mundo, ese quiebra la estética del Orden del Universo. Porque Dios Nuestro Señor no solo creó seres individualmente considerados, sino los creó dentro de un conjunto, que es el orden creado, y dentro de este orden, se resalta ese conjunto magnífico llamado sociedad humana. Dios creó al hombre para vivir en sociedad.
Uno de los grandes problemas de la sociedad contemporánea es la soledad, que después se deriva en tantos otros asuntos. Pero ¿cómo no estar en un mundo de «sólos» si mucha gente sólo se interesa por sí, o por aquello que le puede dar un beneficio personal? Un mundo de egoístas es sinónimo de un mundo de «sólos».
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En ese sentido, hay «sólos» que viven rodeados de gente, que también está «sola». Y como el ser humano es fundamentalmente un ser social, esa soledad les representa gran sufrimiento.
Hay varias razones que puede esgrimir quien vive «solo», para intentar justificarse. Una de ellas es que cuando quiso relacionarse con los otros, recibió ingratitudes, o agresiones, algo que lamentablemente con frecuencia ocurre.
Entretanto, creemos que detrás de esa afirmación hay una posición psicológica a mejorar.
La mejor forma de relacionarse con otros seres humanos, es buscando en ellos lo que Dios quiso reflejar al crearlos. Y no buscando una retribución que con frecuencia no viene.
Es decir, hay de antemano una posición admirativa a las maravillas que Dios puso en cada ser, y que con frecuencia en los seres se encuentran, al lado de los defectos.
Es más, es posible ver a Dios en los seres humanos incluso en cualidades que en ellos no existen pero que de alguna manera nos son reveladas por indicios que sí poseen.
Por ejemplo, en un chico que comienza su carrera ‘oratoria’, es posible ver el gran orador que puede llegar a ser, o el gran orador que Dios quiere que sea y que aún no es.
Es decir, a partir de la realidad creada, podemos ver las cosas que Dios quiere de esa realidad, una realidad más perfecta y que es más cercana a Dios.
En los seres humanos podemos contemplar, al lado de lo que ellos son, lo que Dios quiere que ellos sean en su perfección. Y si nos es dado caminar por esta vía, el convivio con los seres humanos se torna fuente de alegrías, incluso en medio de las ingratitudes y los sinsabores, que ciertamente van a llegar, y que ciertamente lastiman.
Son las espinas, junto a las rosas, espinas de este camino que no dejar de ser un valle de dolor, pero también de posibles consolaciones. Pues las rosas de la contemplación de los posibles de Dios son muy bellas.
Belleza de la contemplación de Dios en el Orden del Universo, que nos da energía para la lucha, para el sacrificio, para incluso la ayuda al propio hombre muchas veces ingrato.
Por Saúl Castiblanco
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