Puerto Alegre (Martes, 04-08-2015, Gaudium Press) Mons. Jaime Spengler, Arzobispo de Puerto Alegre, en Río Grande del Sur, Brasil, reflexiona en un artículo sobre la alegría del ministro ordenado en el seno de la comunidad de fe y la experiencia del encuentro con la persona de Jesús. Para él, esa experiencia le llena el corazón y la vida, pues concede al ministro ordenado coraje y fuerzas para anunciar a todos que el Evangelio de Jesucristo es vida.
De acuerdo con el Prelado, los ministros ordenados son invitados a, insistente y persistentemente, cultivar la experiencia del encuentro con Jesús, recuperando el frescor del Evangelio. Mons. Spengler destaca que ellos apuntan caminos, métodos creativos, formas de expresión, señales elocuentes, palabras significativas para, en el mundo actual, evangelizar, pues esa misión requiere palabra y testimonio.
«El rescate del frescor original del Evangelio presupone un camino. Ahora, la palabra camino dice de una de las experiencias más características del ser humano. La propia vida humana tiene la característica de camino. Eso porque la vida humana es siempre tarea a ser llevada a término a lo largo de un recorrido. Vivir es hacer un camino», evalúa.
Además, el Arzobispo afirma que el camino es siempre un medio para unir puntos, lugares, tiempos, y él siempre conduce a algo, a algún lugar y situación. Conforme él, el camino es dado, pero es también construido.
Mons. Spengler además resalta que la existencia humana tiene la característica del camino y que el ser humano puede caminar dirigido hacia sí mismo o abierto a los apelos que le advienen del otro y del mundo. O sea, se concentra sobre sí mismo, o se dirige al tú, o al otro; un modo de caminar busca autoafirmación, el otro, la auto-donación: dos modos que indican tipos humanos distintos.
Jesus se caracterizó por la donación de sí
«Jesucristo indica un modo característico de cómo recorrer el camino de la vida. Se trata de un modo no marcado por la auto-referencialidad, sino por la entrega o donación de sí. San Pablo describe magníficamente ese modo de ser: ‘Jesús, siendo de condición divina, no hizo caso de su ser igual a Dios, sino se vació…’. Y exhorta a los cristianos a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús», refuerza el Prelado.
Él también recuerda que lo que San Pablo apunta como camino para todos los cristianos vale aún más para los ministros ordenados de la Iglesia. Para el Arzobispo, los ministros, a partir de indicaciones que se pueden coger en el Nuevo Testamento, actúan públicamente a favor de la humanidad en la persona de Jesucristo. Según la doctrina legada por la sana tradición de la Iglesia, ellos actúan en la persona de Cristo Jesús y por eso son exhortados a cultivar la misma percepción, sensibilidad, perspicacia del Hombre de Nazaret, él que «pasó por entre nosotros haciendo el bien» y que «hacía bien todas las cosas».
«La característica del ser y actuar de Cristo Jesús, acogida y asumida libremente por los ministros ordenados, es algo que no puede ser extinto ni removido. Aunque tal característica sea primordial y usualmente relacionada al culto, se puede ciertamente considerarla como resultado del compromiso sagrado y público de colocarse al servicio de la vida, en todas sus dimensiones, manifestaciones y situaciones», dice.
Otra cuestión abordada por Mons. Spengler es que el ministerio asumido a través de la sagrada ordenación no crea privilegios. Según él, si hay un privilegio posible es aquel de, alegremente, «aproximarse» en el testimonio y el anuncio del Evangelio. Para él, el ministro ordenado tiene la tarea de construir la unidad de la fe en el seno de la comunidad, orientando, animando y corrigiendo a los hermanos en el camino de la fe en Dios y en Jesucristo, vivo y presente, allá donde dos o tres se reúnen en su nombre.
Por último, el Prelado enfatiza que el ministerio ordenado es vocación, es llamado de Dios. «Quien fue llamado por Dios no ostenta, ni corre atrás de reconocimientos o aplausos efímeros; no siente haber subido de categoría, ni trata a los otros como si estuviese en un grado superior» (Papa Francisco).
El Arzobispo agradece y reconoce el empeño de tantos ministros ordenados en favor del anuncio del Evangelio del Crucificado-Resucitado en pro del pueblo de Dios deseoso de vida y vida en plenitud. «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida de esos hombres que, a lo largo del camino, se encontraron y se encuentran con Jesús», concluye. (FB)
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