Redacción (Jueves, 06-08-2015, Gaudium Press) Estamos viviendo el mes dedicado a las vocaciones. Un tema siempre actual y que fue el escogido por Mons. Anuar Battisti, Arzobispo de Maringá, en Paraná, Brasil, para su artículo semanal.
Es lo que él ofrece para reflexión de sus lectores:
«En un determinado momento de la vida nace una pregunta que no siempre es fácil responder: ¿Cuál es mi vocación? ¿Qué yo quiero de mi vida? La mayoría de las veces la respuesta viene en el silencio de la elección que se construye a cada momento. Toda elección tiene consecuencias; y no hay como huir.
Pero, vocación no es solo cuestión de elección y sí de llamado. Sentirse llamado significa tener una misión, entendida no solamente en el sentido religioso. Misión es luchar por los objetivos que se cree sin mirar los resultados. A dónde se quiere llegar es más importante que los resultados inmediatos. El inmediatismo muchas veces lleva a frustraciones. Por eso que vocación viene acompañada de aptitud, fe y gusto por la misión, por aquello que se hace, y no solo por los efectos que se pueda medir.
Este año el Papa Francisco, en su mensaje para el día mundial de las vocaciones, afirma: «En la raíz de cada vocación cristiana, hay este movimiento fundamental de la experiencia de fe: creer significa dejarse a sí mismo, salir de la comodidad y rigidez del propio yo para centrar nuestra vida en Jesucristo; abandonar como Abraham la propia tierra poniéndose confiadamente en camino, sabiendo que Dios indicará la estrada para la nueva tierra. Esta ‘salida’ no debe ser entendida como un desprecio de la propia vida, del propio sentir, de la propia humanidad; al contrario, quien se pone en camino en el seguimiento de Cristo encuentra la vida en abundancia, colocando todo de sí a disposición de Dios y de su Reino».
«Todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o campos por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y tendrá por herencia la vida eterna» (Mt 19, 29). El Papa Francisco también dice: «Todo esto tiene su raíz más profunda en el amor. De hecho, la vocación cristiana es, antes que nada, una llamada de amor que atrae y reenvía para más allá de sí mismo, descentraliza la persona, provoca un éxodo permanente del yo cerrado en sí mismo para su liberación en el don de sí. Esta dinámica del éxodo dice respecto no solo a la persona llamada, sino también a toda actividad evangelizadora, y al ser cristiano en el mundo. La actitud de salida, estar siempre ‘fuera de sí’ o sea no preocupado consigo mismo, hace que la vida se amplíe para más allá de los horizontes de los propios deseos e ideas personales, de la propia estructura e ir al encuentro de aquellos que más precisan y compadecerse de sus heridas».
El Papa además continúa con su sabiduría: «Dios sale de Sí mismo en una dinámica trinitaria de amor, se da cuenta de la miseria de su pueblo e interviene para liberarlo. La Virgen María, modelo de toda la vocación, no tuvo miedo de pronunciar su ‘sí’ a la llamada del Señor. Ella nos acompaña y nos guía. A Ella nos dirigimos pidiendo estar plenamente disponibles al designio que Dios tiene para cada uno de nosotros; para crecer en nosotros el deseo de salir y caminar, con solicitud, al encuentro de los otros (cf. Lc 1, 39). La Virgen Madre nos proteja e interceda por todos nosotros», por todos los presbíteros y misioneros que pronta y generosamente oyeron el llamado y respondieron.
Mons. Anuar Battisti
Arzobispo de Maringá
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