Redacción (Martes, 25-08-2015, Gaudium Press) El espíritu de Dios tomó a Jefté, el cual venció a los amonitas. Entretanto, antes de la batalla él hizo un voto que, por ser contrario a la Ley, no debía ser cumplido. Veamos la descripción de esos episodios:
Una vez más los israelíes pecaron gravemente, y llegaron hasta a adorar los ídolos Baal y Astarté. Como castigo, ellos se tornaron sumisos a los amonitas durante 18 años.
Los amonitas eran descendientes de Lot (cf. Gn 19, 38).
Jefté derrota a los amonitas
Por último, los hebreos clamaron al Señor reconociendo que habían pecado. Eliminaron los ídolos y pidieron el auxilio divino.
Había un hebreo de nombre Jefté que, por ser hijo de una mujer de mala vida, fue expulsado de su casa por sus hermanos. Él acabó uniéndose a malhechores, que practicaban asaltos.
Cierto tiempo después, habiendo los amonitas declarado guerra a Israel, los ancianos hebreos se dirigieron a Jefté y le pidieron que fuese el comandante de los israelíes, lo que él aceptó.
«El espíritu del Señor vino sobre Jefté, y éste […] marchó contra los amonitas», pero hizo esta promesa: Si yo venzo a los enemigos, «la primera persona que salga de la puerta de mi casa para venir a mi encuentro […] yo la ofreceré en holocausto [al Señor]» (Jueces 11, 29-31).
Jefté infringió una derrota fragorosa a los amonitas, que quedaron subyugados por los israelíes.
Debemos tener prudencia al hacer promesas o votos
Cuando él volvió a casa, su hija única, que era virgen, le vino al encuentro, danzando al son de tamborines. Al verla, Jefté rasgó sus vestiduras y exclamó:
– Ay, hija mía. ¡Eres la causa de mi desgracia! Pues hice una promesa al Señor y no puedo volver atrás.
Ella respondió:
– Mi padre, si hiciste un voto al Señor, trátame según lo que prometiste, porque Dios concedió que te vengaras de los amonitas.
Informada al respecto de los términos del voto, ella dijo a su progenitor:
– Déjame libre durante dos meses para ir a vagar por las montañas con mis compañeras y llorar mi virginidad.
«Llorar mi virginidad», o sea, «mi joven vida, el hecho de morir sin haber tenido hijos». Todo israelita, varón o mujer, deseaba casarse y tener hijos, con la esperanza de que pudiesen ser antepasados del Mesías.
Su padre consintió y, pasados los dos meses, él «cumplió en ella el voto que había hecho» (Jueces 11, 39).
Jefté hizo este voto «por ignorancia de la Ley durante ese período conturbado, por un deseo ardiente de obtener la victoria, y de buena-fe».
Aunque Jefté adorase al Dios único, él en ese punto sufrió influencias de los pueblos paganos. De hecho, los cananeos y los fenicios, hacían esos sacrificios humanos; «un rey de Moab inmoló a su hijo en circunstancias semejantes».
«Este hecho nos enseña que no debemos hacer votos, sino después de oír el consejo de personas sensatas y prudentes, y que nunca debemos hacer promesas o votos de cosas inciertas, o que no puedan ser cumplidas sin pecado, como fue el voto de Jefté».
El elogio de San Pablo a ese héroe (cf. Hb 11, 32), que se tornó juez en Israel, evidentemente no se refiere «a todos los actos de Jefté, sino únicamente a aquellos por los cuales él libró Israel de la opresión de los amonitas».
Insolencia de los efraimitas
Los efraimitas – miembros de la tribu de Efraín – se quejaron insolentemente contra Jefté, como ya habían hecho contra Gedeón (cf. Jz. 8, 1). Dijeron esos envidiosos que Jefté no los había llamado para combatir a los amonitas. Y llegaron hasta incluso a afirmar que lo quemarían.
Jefté les respondió que había pedido socorro a los efraimitas, pero estos no le prestaron ninguna ayuda. Entretanto, de nada sirvió tal explicación. Y Jefté reunió a sus soldados y atacó los de Efraín. Como resultado de esa guerra fratricida, 42.000 hombres efraimitas murieron (cf. Jz 12, 6).
Después de haber sido juez de Israel durante seis años, Jefté murió y fue enterrado en Galaad, situada entre los territorios de Efraín y Manasés (cf. Jz 12, 4).
Pidamos a Nuestra Señora que nos obtenga del Divino Salvador la virtud de la combatividad, así como la sabiduría en el pensar, querer y actuar.
Por Paulo Francisco Martos
(Noções de História Sagrada (42))
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1 – BIBLIA SAGRADA – Tradução da CNBB. 8.ed. Brasília: Edições CNBB; São Paulo: Canção Nova, nota na p 282.
2 – FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 3. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, v.2 , p. 155.
3 – DANIEL-ROPS. Histoire Sainte – Le peuple de Dieu. Paris: Arthème Fayard. 1942, p.170.
4 – SÃO JOÃO BOSCO. História Sagrada. 10 ed. São Paulo: Salesiana, 1949, p.95.
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