Londres (Sábado, 29-08-2015, Gaudium Press) David Clayton, artista británico, profesor y autor del libro The Way of Beauty (El Camino de la Belleza), realizó una notable reflexión sobre la relación del hombre y la creación inspirada en un arte poco fomentado en la actualidad: el de los jardines. En lugar de proponer una visión de la ecología contraria al crecimiento de la presencia humana en el mundo – como frecuentemente se promueve a través de los medios de comunicación – el autor propuso en un artículo escrito para la página web New Liturgical Movement un acercamiento desde la misión trascendente del ser humano.
Jardín de RHS Wisley. Foto: Bob Jenkin |
«Necesitamos más personas en el mundo, no menos, si vamos a solucionar los problemas del mundo», indicó el escritor. «Y necesitamos más jardineros – hablo en serio. Porque el verdadero jardinero es el hombre transformado en Cristo que trabaja en el mundo para elevarlo a lo que está llamado a ser». Clayton rechazó la visión frecuente del hombre como un ser innatural cuyo trabajo daña inevitablemente la naturaleza, producto de una óptica pesimista que desprecia el desarrollo humano y exalta un imaginario del hombre salvaje, que sería una parte más de la naturaleza .
El significado del jardín
Jardín Real de Sintra, Portugal. Foto: Richard Scott |
Pretender que el hombre sea reducido por debajo de la creación fue advertido por el autor como una tendencia neopagana de gran relevancia. «Esta falsa elevación del resto de la creación a algo más grande que el hombre en la jerarquía de las cosas tiene consecuencias serias y mortales. Y de verdad quiero decir mortales». Clayton destaca que el hombre, más que una parte de la creación, es absolutamente necesario para que la creación esté completa. «A través de la gracia de Dios la actividad humana es la respuesta a todos los problemas ecológicos que tenemos, no la causa». Esta mediación del hombre y su trabajo ha sido poco enfocada como una solución viable y para el escritor está relacionada con la necesidad de evangelizar la cultura.
Para expresar su pensamiento, Clayton propuso el arte de la jardinería floral como «modelo de la belleza natural en muchas maneras». El jardín simboliza «el verdadero fin del mundo natural, en el cual su belleza puede ser sólo realizada por el trabajo inspirado del hombre». En la imagen Adán fue el primer jardinero, y Cristo, quien restaura el orden de la creación a través de su sacrificio, es precisamente confundido con un jardinero por Santa María Magdalena, testigo de la resurrección.
La manera de entender esta relación del hombre con la naturaleza parte de varios principios. «El primer punto es que ambos son imperfectos», explicó. «Somos caídos y vivimos en un mundo caído». El hombre puede ser destructivo para el ambiente ciertamente, pero a través de la gracia de Dios y un correcto uso de la libertad puede elegir dar perfección a la naturaleza. «Él tiene el privilegio de participar en la obra de Dios que llevará eventualmente a la perfección de todas las cosas en Cristo. Entonces todo lo que el hombre haga está en armonía conla naturaleza y con el bien común. Esta es la via pulchritudinis, la Vía de la belleza».
La Vía de la Belleza
Jardín de Ninfa, Italia. Foto: Moyan Brenn |
En lugar de buscar un modelo de hombre salvaje o primitivo para ilustrar la relación armónica con la naturaleza, Clayton propone recuperar el valor del aporte humano. Incluso el propósito de las reservas naturales, donde se emula un entorno salvaje no alterado por el hombre, es en realidad imposible, ya que esas reservas son de hecho administradas por el hombre para su conservación. Este estado natural es bello, pero para el autor no representa la cúspide de la belleza. «Cuando el hombre trabaja armónicamente con el entorno, hace algo más bello. La tierra cultivada bella y armoniosamente quita la respiración, como lo podemos ver en los campos de Francia, España e Italia, por ejemplo», indicó.
«Más elevado todavía es el jardín cultivado solo para la belleza», expuso. «Un jardín es un símbolo de la Iglesia. Cada parte, cada planta es en armonía con las otras, justo como cada persona es única y tiene un lugar en el plan de Dios». El trabajo de hacer un jardín para la belleza se asemeja al trabajo por la obra de Dios en el mundo para conducirlo a su plenitud. «El jardín en sí mismo es un signo para todos los demás de que toda la creación está dispuesta para ser transfigurada sobrenaturalmente», indicó. «El acto de la jardinería, entonces, refleja y apunta a nuestra participación en la Sagrada Liturgia por la cual somos transfigurados y por la cual participamos en la obra de Dios».
Los Salmos son comparados a los jardines por San Pío X, por contener los tesoros de las Sagradas escrituras en forma de canción y de este modo producir un fruto especial en el espíritu. El hombre que trabaja el jardín genera una belleza que es el aspecto más grande de lo que labora. «La belleza tiene la más noble utilidad, una que tiene en cuenta nuestro fin sobrenatural, porque prepara las almas de los hombres para ser receptivas al amor de Dios en la Sagrada Liturgia», expuso Clayton.
Con información de New Liturgical Movement.
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