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Jesús estableció el primado del recto corazón, afirmó el Papa

Ciudad del Vaticano (Lunes, 31-08-2015, Gaudium Press) Ante los miles de fieles que lo escuchaban en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco meditó el evangelio del día, que relata una discusión entre el Señor y algunos fariseos.

La discusión versaba sobre tradiciones «de los antepasados», que son calificadas por Jesús como «preceptos de hombres», los cuales jamás nunca deben tomar el lugar del «mandamiento de Dios».

«Las antiguas prescripciones en cuestión comprendían no sólo los preceptos de Dios revelados a Moisés, sino una serie de dictámenes que especificaban las indicaciones de la ley mosaica. Los interlocutores aplicaban tales normas de manera más bien escrupulosa y las presentaban como expresión de auténtica religiosidad. Por lo tanto, recriminan a Jesús y a sus discípulos la transgresión de aquellas, de manera particular las que se referían a la purificación exterior del cuerpo (cfr v. 5). La respuesta de Jesús tiene la fuerza de un pronunciamento profético: «Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres» (v. 8). Son palabras que nos colman de admiración por nuestro Maestro: sentimos que en Él está la verdad», expresó el Papa.

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Foto: Radio Vaticano

Las palabras de Jesús también tienen una aplicación a nuestra realidad actual. No podemos considerar «que la observancia exterior de la ley sea suficiente para ser buenos cristianos. Como en ese entonces para los fariseos, existe también para nosotros el peligro de creernos en lo correcto, o peor, mejores de los otros por el sólo hecho de observar las reglas, las usanzas, también si no amamos al prójimo, somos duros de corazón, somos soberbios y orgullosos».

La observancia externa de los preceptos debe ser acompañada por un cambio en el corazón. Y este cambio en el corazón se traduce luego en actitudes concretas, como «abrirse al encuentro con Dios y a su Palabra, buscar la justicia y la paz, socorrer a los pobres, a los débiles, a los oprimidos».

Continuando con su análisis sobre el evangelio del día, comenta el Pontífice el texto sobre lo que hace impuro al ser humano: «Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre» (Mc 7, 15). Así, señala el Pontífice, Jesús establece el «primado del ‘corazón’: no son las cosas exteriores las que nos hacen o no santos, sino el corazón que expresa nuestras intenciones, nuestras elecciones y el deseo de hacerlo todo por amor de Dios. Las actitudes exteriores son la consecuencia de lo que hemos decidido en el corazón. No al revés. Con actitudes exteriores. Si el corazón no cambia, no somos buenos cristianos. La frontera entre el bien y el mal no pasa fuera de nosotros sino más bien dentro de nosotros, podemos preguntarnos: ¿dónde está mi corazón? Jesús decía: «tu tesoro está donde está tu corazón». ¿Cúal es mi tesoro? ¿Es Jesús y su doctrina? Entonces el corazón es bueno. O el tesoro ¿es otra cosa? Por lo tanto, es el corazón el que debe ser purificado y debe convertirse. Sin un corazón purificado, no se pueden tener manos verdaderamente limpias y labios que pronuncian palabras sinceras de amor».

El Pontífice concluyó su reflexión implorando para todos a la Virgen Santa un corazón puro, libre de toda hipocresía.

Con información de Radio Vaticano

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