Ciudad del Vaticano (Miércoles, 02-09-2015, Gaudium Press) En su primera audiencia general de septiembre, y ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco abordó el tema de la trasmisión de la fe al interior de la familia. «Tanto en sus palabras como en sus signos, el Señor pone con frecuencia los lazos familiares como ejemplo de nuestra relación con Dios. La sabiduría encerrada en esos afectos familiares, que ni se compran ni se venden, es el mejor legado del espíritu familiar y Dios se revela a través de este lenguaje», expresó el Pontífice.
Foto: Rome Reports |
«El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37): al comentar el anterior texto evangélico, el Pontífice señaló que Dios parecería contraponer los lazos familiares con el seguimiento de Jesús. Entretanto, cuando el Señor afirma la primacía de la fe en Dios, no halla una comparación mejor que la de los afectos familiares, los que al interior de la experiencia de la fe y del amor de Dios, se llenan de un sentido aún más grande, y se tornan capaces de ir más allá de sí mismos.
Al momento de hacer su catequesis en lengua española, el Pontífice afirmó que «la fe y el amor de Dios, purifican los afectos familiares del egoísmo y los protegen del degrado. Los abre a un nuevo horizonte que nos hace capaces de ver más allá, de ver a todos los hombres como una sola familia. De ese modo, quien hace la voluntad de Dios y vive en su amor, es capaz de ver a Jesús en el otro y de ser para él un verdadero hermano».
«Un solo hombre y una sola mujer, capaces de arriesgar y de sacrificarse por un hijo de otro, y no solamente por el proprio, nos explican cosas del amor que muchos científicos ya no comprenden»; ninguna ingeniería económica ni política puede sustituir a la familia en el contrastar la desertificación comunitaria de la ciudad moderna, afirmó el Papa.
Es preciso que este sello familiar con presencia de la fe impregne todas las relaciones humanas, expuso el Pontífice. Ello sería una bendición para las naciones, sería un signo de esperanza sobre la tierra, y nos haría capaces de cosas impensables. «Se da ahí una comunicación del misterio de Dios más profunda e incisiva que mil tratados de teología».
El Pontífice pidió al Señor que «nos ayude a que las familias sean fermento evangelizador de la sociedad, ese vino bueno que lleve la alegría del Evangelio a todas las gentes».
Con información de Radio Vaticano
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