Redacción (Jueves, 03-09-2015, Gaudium Press) ¿A quién en este mundo no le gustaría tener un amigo que estuviese diariamente a su lado, listo para atenderlo a cualquier hora del día o de la noche, en cualquier situación, incluso en los peligros y, concomitantemente, lo alegrase, fortaleciese y estimulase en las horas de prueba y dificultad?
En efecto, Dios, en su infinita bondad y misericordia hacia el género humano, destinó para cada hombre un ángel de la guarda, que, constantemente, vela por cada uno individualmente. Sí, es él nuestro compañero en esta vida y la eternidad. Entretanto, él es un «amigo» discreto que, a pesar de no revelarse, advierte, enseña, ayuda, acude e inspira de muchas maneras: a veces, por un soplo, a veces por un consejo, a veces por algún fenómeno natural. Basta que estemos atentos a sus inspiraciones.
Pero, ¿cómo son los ángeles? Los ángeles son espíritus puros, inteligentes, llenos de la gracia divina desde el inicio de su existencia, en la aurora de la primera mañana de la creación. Distribuidos y ordenados por Dios en nueve coros – Serafines, Querubines, Tronos, Dominaciones, Virtudes, Potestades, Principados, Arcángeles y Ángeles – constituyen el ejército de la celeste Jerusalén y recibieron la triple misión: de perpetuos adoradores de la Santísima Trinidad, ejecutores de los divinos designios y protectores del género humano. (1) Pertenecen al sexto plan de la creación, siendo por eso superiores a los hombres. Cuando fueron creados, Dios les infundió el concepto de las cosas universales, sin el cual ellos no serían capaces de conocer las cosas particulares. Para «ver» algún objeto, el ángel aplica su inteligencia, confiriendo con aquel concepto universal que ya existe en su intelecto. Los ángeles tienen su ser por participación en el Ser divino. Ellos no existen desde siempre, sino en determinado momento recibieron la existencia, habiendo sido creados de la nada. (2)
Los ángeles están organizados en una jerarquía escalonada verticalmente, diferente de los hombres, en la cual unos dependen de los otros. Cada ángel es una especie única; por eso, cuanto más elevado es el ángel, superiores son los conceptos infundidos por Dios. Con todo, eso no causa tristeza al que es inferior, porque las capacidades, apetencia y gloria de cada uno son plenamente satisfechas por el propio Creador cuando entran en la Visión Beatífica. No hay sentimiento de infelicidad, pues los superiores son motivo de admiración de los inferiores. (3)
Enseña la teología que todo niño, en el momento del nacimiento, recibe de Dios un Ángel de la Guarda que vela por él desde los primeros momentos de la vida hasta la muerte. «Desde el inicio hasta la muerte, la vida humana es cercada por su protección y por su intercesión» y San Basilio completa que «cada fiel es rodeado por un ángel como protector y pastor para conducirlo a la Vida» (CEC 336).
Todavía, nuestra vida en la tierra bien puede ser definida como una lucha, pues vinimos a este mundo para enfrentar una existencia tiznada por el pecado y repleta de dificultades. Solo recibiremos el premio de la bienaventuranza eterna si sabemos corresponder a las gracias recibidas. (4) No hay como escapar. La prueba es puesta en el camino de todos los seres inteligentes hasta incluso los ángeles. Con todo, ¿cómo pasar por la prueba sin ser ‘reprobado’? Porque más allá de las concupiscencias, está todavía el demonio que constantemente nos atormenta con sus farsas, procurando perder a las almas. ¿Cómo defenderse?
Así como en la gran batalla habida en el Cielo, San Miguel levantó el grito de guerra – «¿Quién como Dios?» – y dispersó del Cielo a Lucifer y todos sus secuaces, así también cada ángel de la guarda ahuyenta a Satanás e impide que seamos arrastrados. Aunque de forma invisible, él está real y verdaderamente presente a nuestro lado, siendo nuestro guardián en las horas de tentación o peligros y aquel que lleva las oraciones al trono de Dios, como una trompeta que amplía el sonido de nuestras preces, las purifica, tornándolas más bellas y agradables a Dios. (5) Sin embargo, él es discreto y quiere nuestra colaboración y atención a sus inspiraciones.
No son raros los casos en que los ángeles aparecen para librar a sus protegidos de grandes riesgos o confortarlos en las aflicciones. Se cuenta que San Policarpo, discípulo de San Juan Evangelista, viajaba para la ciudad de Esmirna, de la cual era obispo, juntamente con un compañero. En el camino, fue preciso que parasen en un hospedaje a fin de descansar del viaje. Entretanto, en el silencio de la noche, el obispo es despertado por una misteriosa voz que decía que la casa iba desmoronarse. San Policarpo, sin titubear, se levantó rápidamente, despertó a su compañero que no muy convencido, se negó a salir. En ese momento, apareció el santo ángel de la guarda de San Policarpo ordenando que saliesen inmediatamente de aquel lugar. ¡Obedecieron, y luego que los dos se encontraron fuera, se derrumbó la casa en un gran estruendo!
Que tal pensamiento contribuya para aumentar nuestra devoción a los santos ángeles, esos gloriosos intercesores celestes, de los cuales muchas veces nos olvidamos, y estemos convencidos de que, en cualquier necesidad y tribulación, allí está él para interceder por nosotros y llevarnos al término final de nuestra misión.
Por la Hna. Rita de Kássia C. D. da Silva, EP
(Del Instituto Filosófico-Teológico Santa Escolástica)
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1 Cf. SÃO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. I. q. 108, a. 5.
2 Idem.. I, q. 50, a. 2, ad. 3.
3 GOYARD, Pe. Louis. Os anjos falam? In: Revista Arautos do Evangelho. Ano IX. n.106. São Paulo: Abril. Out 2010, p. 33.
4 Op. Cit SÃO TOMÁS DE AQUINO. I, q. 64, a.2.
5 Cf. SOARES CORREA, Carlos Alberto. O maravilhoso mundo dos anjos. In: Arautos do Evangelho. Ano II, n. 14. São Paulo: Gráfica. Fey. 2003. p. 34-37.
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