Ciudad del Vaticano (Lunes, 07-09-2015, Gaudium Press) Dios no está encerrado en sí mismo, concluyó el Papa Francisco en la meditación que precedió el Ángelus dominical, al comentar el evangelio del día que narra la curación que el Señor hace de un sordomudo (Mc 7, 31-37).
Foto: Rome Reports |
«La primera cosa que Jesús hace es llevar a aquel hombre lejos de la muchedumbre: no quiere hacer publicidad al gesto que está por realizar, pero no quiere tampoco que su palabra sea cubierta por el bullicio de las voces y de las habladurías del ambiente. La Palabra de Dios que Cristo nos transmite tiene necesidad de silencio para ser escuchada como Palabra que sana, que reconcilia y restablece la comunicación», afirmó el Papa.
Después Jesús lo cura, tocándole las orejas y la lengua.
«La enseñanza que obtenemos de este episodio es que Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se abre y se pone en comunicación con la humanidad. En su inmensa misericordia, supera el abismo de la infinita diferencia entre Él y nosotros, y sale a nuestro encuentro. Para realizar esta comunicación con el hombre, Dios se hace hombre: no le basta hablarnos a través de la ley y de los profetas, sino que se hace presente en la persona de su Hijo, la Palabra hecha carne. Jesús es el gran «constructor de puentes» que construye en sí mismo el gran puente de la comunión plena con el Padre», dijo el Papa.
Es claro que este evangelio tiene una aplicación a la vida de todos los días. «Este Evangelio nos habla también de nosotros: a menudo nosotros estamos replegados y encerrados en nosotros mismos, y creamos tantas islas inaccesibles e inhospitalarias. Incluso las relaciones humanas más elementales a veces crean realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada…Y aquello no es de Dios».
Desde el inicio de la vida cristiana, con el Bautismo, Dios nos convoca a la apertura. «En el Bautismo, están precisamente aquel gesto y aquella palabra de Jesús: «¡Effatá!» – «¡Ábrete!». Y el milagro se cumplió: fuimos curados de la sordera del egoísmo y del mutismo de la cerrazón y del pecado y fuimos inseridos en la gran familia de la Iglesia; podemos escuchar a Dios que nos habla y comunicar su Palabra a cuantos no la han escuchado nunca o a quien la ha olvidado, o sepultado bajo las espinas de las preocupaciones y de los engaños del mundo».
El Papa concluyó su meditación pidiendo a la Virgen que nos ayude a profesar la fe y a comunicar las maravillas de Dios a quienes encontremos en el camino.
Con infomación de Radio Vaticano
Deje su Comentario