Santiago (Martes, 22-09-2015, Gaudium Press) Con la asistencia de la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, y los representantes de los principales poderes del Estado, se ofició en la Catedral Metropolitana el pasado viernes 18 de septiembre, el tradicional Te Deum de Fiestas Patrias.
El oficio de acción de gracias a Dios fue encabezado por el Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, quien dirigió al país su Mensaje con ocasión de la fiesta nacional, que este año se tituló «Hacia una convivencia esperanzada y solidaria».
Al inicio de su alocución, el pastor capitalino invitó a los asistentes a orar por las personas que sufren los efectos del terremoto que asoló al centro norte de Chile. «Desde este lugar de oración expreso cercanía y solidaridad con las familias que han perdido a un ser querido, y con todos los que han sufrido daños en sus casas, bienes y fuentes de trabajo», dijo.
«Invito a estrechar filas con las iniciativas que promueva el supremo gobierno y con los organismos de solidaridad para que el dolor de quienes han sido víctimas, se vea aliviado por el compromiso de una pronta y efectiva recuperación», enfatizó.
Superar la confrontación y las desconfianzas
En la parte central de su mensaje, monseñor Ezzati se refirió al clima «agresivo y violento que despierta temor, inseguridad, genera desconfianza y resquebraja nuestras relaciones humanas» que ha imperado durante el último tiempo en el país. «Se endurece el lenguaje, se cultiva la descalificación y hasta el hogar es víctima de violencia intrafamiliar», agregó.
Continuando con su diagnóstico, el pastor precisó: «Si se ha instalado en la gente un sentimiento de incomodidad y de insatisfacción, si vivimos en un ambiente confrontacional, de polarización política y social y en un clima de desconfianza tanto personal como institucional, debemos redoblar los esfuerzos para que nuestra convivencia sea más sinfónica y la relación entre las instituciones del país colaboren al crecimiento con justicia y equidad, especialmente para los más postergados».
Frente a esta situación -continuó- se hace preciso volver a los fundamentos del orden social: el «cuidado de la casa común», el amor al prójimo y a Dios. «La imagen y semejanza de Dios, proclamada por la Biblia, no está en la individualidad sino en la relación, en el amor, porque la persona humana ha sido creada para la comunión. Las narraciones bíblicas sugieren que `Se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra´», manifestó.
Y agregó: «Sin estas tres relaciones, el ser humano no refleja plenamente la imagen y semejanza de Dios; se queda anclado en su propio yo -aislado- sin comunión. Es el sueño de los autosuficientes, que creen poder construir sobre sus propias fuerzas. La raíz más profunda de los males de una convivencia es olvidar al `otro´, sea este Dios, el prójimo o la misma creación».
Fortalecer nuestra esperanza
Casi al término de su intervención, el cardenal Ezzati exhortó a los asistentes a mirar el presente y el futuro de la nación con optimismo, ya que «la esperanza va de la mano de la amistad cívica, de la solidaridad, del amor».
«Por esta razón, para recobrar nuestras esperanzas, la invitación es volver a posar nuestra mirada en el presente del país -ojalá desde la fe-, donde aparente o realmente no hayamos logrado nuestros propósitos, donde los profetas de mal agüero gritan `fracaso´, donde la vida se ha vuelto inhóspita e incómoda. No hay mejor receta que ésta. Estoy seguro que, uniendo nuestras miradas, descubriremos hoy día, y no mañana, muchas razones para fortalecer nuestra esperanza», expresó.
Finalmente, el obispo señaló tres desafíos actuales en los cuales el país necesita perseverar: cuidar la creación, especialmente la vida de los indefensos que están por nacer; crecer en humanidad y recuperar la confianza en las instituciones y sus representantes.
«Tiempo es, entonces, para reconstruir las confianzas fraternas, familiares, vecinales; las confianzas políticas, religiosas, económicas y sociales. Y en este desafío debemos enrolarnos todos y todas, especialmente, quienes creemos que la persona humana y la sociedad no pueden desarrollarse sin confianza, con las puertas del hogar y del corazón cerradas a los demás», concluyó.
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