Santiago (lunes, 17-08-2009, Gaudium Press) La noche del viernes 15 se celebró en la Catedral Metropolitana de Santiago la ordenación de 19 laicos casados como diáconos permanentes de la arquidiócesis. La eucaristía fue presidida por el cardenal Francisco Javier Errázuriz, quién bendijo a los nuevos diáconos, a sus esposas y a sus familias. Ellos ejercerán su apostolado en diversas parroquias de la capital, que a la fecha suma 305 diáconos permanentes.
La misa fue concelebrada por Monseñor Cristián Precht, Vicario General de Pastoral; Monseñor Rafael Hernández, Vicario de la Zona Norte y del Diaconado Permanente; Monseñor Juan Suárez, Deán de la Catedral y numerosos vicarios y sacerdotes de la arquidiócesis.
En su homilía el Cardenal llamó a los nuevos diáconos a ser ejemplos del amor de Dios y a renovarse cada día en su amor. Para llevar a cabo esta labor «no bastan los discursos ni las buenas intenciones; tampoco una caridad formal o paternalista. El Señor nos exige ratificar existencialmente nuestro amor con el suyo», afirmó. Además recordó la importancia en la vocación diaconal de la lectura y el anuncio de la Palabra de Dios señalando que «como mensajeros del amor y de la misericordia, ejercerán con alegría su servicio a la Palabra, al altar, a las comunidades y a los pobres».
Asimismo el Pastor expresó la importancia de la familia en el desarrollo de la vocación, destacando que «el amor en el hogar, el acompañamiento de la esposa y de los hijos, es el alimento de la vocación diaconal».
Una vez finalizada la homilía, el Cardenal procedió a la imposición de manos, acto solemne por el cual los aspirantes ingresaron al Sagrado Orden del Diaconado Permanente. Posteriormente, los párrocos correspondientes les entregaron la estola y sus esposas les impusieron la dalmática. Finalmente el Arzobispo los presentó a la comunidad presente, que les brindó un fervoroso aplauso.
Guido Antonio Parra Barrios, de la parroquia San Francisco de los Pajaritos, Zona Oeste, manifestó que recibe este regalo de la orden diaconal «con mucha alegría y esperando ‘dar el ancho’. El Señor llama curiosamente a quienes no nos sentimos capacitados. Espero que el Espíritu Santo obre en mí y pueda ser un servidor para mi comunidad o donde Dios diga».
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