Redacción (Martes, 27-10-2015, Gaudium Press) La aridez espiritual, lejos de ser siempre «señal de falta de virtud, es, por el contrario, en muchas ocasiones, efecto del amor especialísimo que Dios tiene a aquellas almas que desea elevar a la gran perfección, las cuales quiere poner a prueba y purificarlas de esa manera». 1
Esta noche oscura es una influencia de Dios en el alma, que la purifica de sus ignorancias e imperfecciones habituales, tanto naturales como espirituales. […] En ella va Dios en secreto enseñando al alma e instruyéndola en la perfección del amor, sin que la misma alma nada haga, ni entienda como es esta contemplación infusa. 2
Es en este periodo que «más fácilmente nos purificamos de los desórdenes de nuestros afectos» 3.
Podemos encontrar cuatro razones por las cuales Dios prueba el alma a través de la sequedad y arideces: la primera de ellas es para «desprendernos de todo cuanto es creado, hasta incluso de la dulzura que se encuentra en la piedad, para aprender a amar a Dios solo, por Sí mismo» 4. La segunda, para humillarnos, mostrándonos que no merecemos los consuelos, que «son favores esencialmente gratuitos». 5 Otra razón es que con ellas nos purificamos más, «tanto de las faltas pasadas como de las afecciones presentes y de cualquier inclinación egoísta». 6 Por último, ellas nos robustecen en la virtud. 7
Siendo así, debemos confiar que «si Dios manda las pruebas, es con un fin determinado. Desde que el fin sea alcanzado, la prueba pierde su razón de ser». 8
Sin embargo, esas son las horas en que Nuestro Señor está más cerca de nosotros, y con su infinita bondad de Padre, nos dice:
Mi hijo, llegó el momento de la aridez y del dolor, para probar si es capaz de ser fiel ahora como lo fue en la alegría. Todo le parece aburrido, tiene la tentación de pensar continuamente en otra cosa, está fascinado por algo que no sirve, y no le sale de la cabeza. Estoy dejándole lejos del placer que tuvo, porque deseo que se dé por entero. […] Pero tenga la convicción de que, después de la hora más negra, semejante a la de la muerte, vendrá la resurrección de las alegrías de otrora, más espléndidas y mayores que antes. 9
Cornelio a Lápide, recordando un pensamiento de San Juan Crisóstomo, afirma que «Dios acostumbra a permitir que santos autores de grandes gestos heroicos sean sujetos a temores y tentaciones a fin de conservarlos en la humildad y forzar a recurrir a su auxílio». 10 Esos períodos de prueba hacen con que el hombre se desapegue de lo que no es Dios, purifican el alma por el sufrimiento, lo mueven a desear el Cielo y la perfección que es el camino hacia allá, siempre y cuando el saque provecho de esas pruebas para volverse a Dios. 11
Encontramos en las Sagradas Escrituras varios pasajes en los cuales Dios manda las pruebas a fin de enmendarnos, pues El «jamás quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva» (Ez 33, 11). Así, leemos en el libro de los Proverbios: «No desprecies, hijo mío, las lecciones de tu Dios; ni te irrites cuando Él te reprende, pues el Señor castiga a aquel a quien ama, como a un hijo querido» (Pr 3, 11-12). Y San Pablo dice: «Es para vuestra enmienda que sufrís la prueba» (Hb 12, 7-10).
Cuando el Niño Jesús desapareció, Nuestra Señora y San José comenzaron rápido a procurarlo y lo encontraron en el templo. Y nosotros, ¿qué debemos hacer cuando «percibimos que estamos sin gracias sensibles, sin aquello que nos daba ánimo y sustentación para practicar la virtud?» Debemos «ir atrás del Niño Jesús, esto es, ponerse a la búsqueda de la gracia sensible, cuando ella se retira […] [y] Buscar a Jesús en el Santísimo Sacramento». 12 En efecto, «es en esos momentos preciosos que el Padre nos habla y nos enseña a ir al encuentro de su Hijo». 13
«Donde hay un tabernáculo, allí estará el origen de toda alegría, la solución de todos los males, la luz para cualquier camino oscuro. Quien se aproxima al Santísimo Sacramento y, más todavía, quien comulga, recibe una fuerza espiritual superior a las energías humanas». 14
¿Cuánto tiempo pasa Nuestro Señor sólo en el tabernáculo, a la espera de alguien que se aproxime para rezar? ¿Cuántas veces Él no tenía una palabra para decirme por el simple hecho de ir a buscarlo en las horas de las mayores angustias? Y yo, sin embargo, ni siquiera pensé en buscarlo. No tenemos idea de que «al recibir nuestra visita, Jesús estremece de alegría en el Santísimo Sacramento, aun cuando su visitante sea un pecador, que Él intenta atraer a Sí». 15 Cuando pasamos delante del Santísimo Sacramento, debemos pensar: «Allá está Él, preso. Él se sujetó a esta prisión porque quiso, para tener el deleite de que yo hiciese delante de Él una genuflexión diciendo, por ejemplo, «Corazón Eucarístico de Jesús, ten piedad de nosotros'». 16
¡Qué consuelo [para] nosotros, en efecto, pensar que [María y José] comprenden experimentalmente nuestros sufrimientos y que cordialmente de ellos co-participan! ¡Qué incentivo, saber que Dios no ahorra [el sufrimiento] a los que más ama y que muchas veces la prueba está lejos de ser un castigo! 17
En una revelación a Santa Margarita María, Nuestro Señor, mostrándole su Corazón herido, le dijo: «¡Tengo una sed ardiente de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento, y no encuentro casi nadie que se esfuerce, según mi deseo, para consolarme, pagándome en algo!». 18 El Divino Redentor, desde el fondo del tabernáculo, «clama a todos aquellos que sufren, que están necesitados, desgraciados: ‘Venid a mi y Yo os aliviare’. […] Es siempre el buen Pastor que ama a sus ovejas, que las nutre con su Carne y con su Sangre». 19
Como Buen Maestro, Él apunta el camino del Cielo, siendo «siempre el Salvador en estado de inmolación, ofreciéndose sin cesar al Padre, como lo hizo en la Cruz, por la salvación de los hombres». 20
¿Qué ocurre al término de la prueba?
«Cuando un alma piadosa sale, por fin, de una ruda prueba y encuentra delante de ella a Aquel a quien lloró como perdido, su sorpresa se manifiesta por estas mismas exclamaciones: ¿Por qué me tuvisteis Vosotros abandonado? ¿Por qué me dejasteis en la angustia de tantos temores, en el horror de tentaciones degradantes? ¿Dónde estabais entonces? […]: ‘Estaba en medio de tu corazón’ «. 21
O sea, allá estaba Nuestro Señor, escondido en nuestro interior, sustentándonos durante la prueba.
Concluimos con un comentario del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira al respecto de la aridez:
[Nuestra Señora] nos promete tantas cosas! ¿Ella no está en el derecho de poner a nuestra alma una prueba? ¿Tiene sentido que Ella no exponga nuestra alma a una prueba? Esa prueba tiene que venir, y nosotros debemos desearla. Ella es dura, pero nosotros queremos mostrar nuestra gratitud. Y no es solo cuestión de mostrar, es ejercitar, practicar. Nosotros queremos ser gratos […]. Entonces, a veces […] las delicias se apagan. Por detrás de las nubes Nuestra Señora acompaña nuestra alma. Ella está dentro de nosotros por su acción y por su gracia; Ella está dentro de nosotros y nos ayuda. Nosotros tampoco percibimos.
Y nosotros pensamos que estamos caminando solos, que estamos abandonados. Preguntamos: ¿habrá, en este abandono en que estoy y en que yo no siento más el paraíso de otrora, habrá por eso alguna culpa de mi parte? Oh Dios, si la hay, ¡Dios fue tan bueno conmigo que así mismo yo confiaré en El! Hay una frase de la Escritura que me agrada enormemente: ‘Etiam si ambulavero in umbra mortis, non timebo mala’ (Sl 23, 4). ¡Aunque yo camine en las vías sombrías de la muerte, yo no temeré los males porque Dios es mi Padre y El me perdonará, porque Nuestra Señora es mi Madre y rezará por mi! Es justo que Él me pruebe. ¡Quién sabe si es una prueba! Y quien sabe si yo fiel ahora, yo hago que los Ángeles canten en el Cielo! ¡Yo me siento solo, abandonado, pero los Ángeles cantan en el cielo! Hay cosas así en nuestra vida espiritual: nosotros vamos para delante, etc., y comienza el demonio a tentarnos, comienza a palidecer el horizonte de delicias en el cual nosotros caminábamos […] Es el Padre […] que nos llenó de bienes, pero ahora quiere una prueba de gratitud. Y en el caso concreto quiere que el hijo diga: «No; lo que vale no es lo que soy, miserable, lo que estoy viendo en este momento de provocación. Lo que es verdad no es lo que aparece en mis ojos turbados por una prueba interior muy grande. Es verdad lo que enseña la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, a la cual yo quiero ser fiel en las más terribles arideces, a la cual yo quiero ser fiel en las más terribles provocaciones.
[…] Sea como fuere, caminaré en la oscuridad y en las tinieblas ( ), podre sentirme abandonado por todos y hasta por Dios, ¡pero Dios no me abandonará y no morirá en mi alma la convicción de que la Madre de Él reza por mí en el Cielo, que Ella puede todo y que Ella consigue todos los perdones! 22
Por Bruna Corrêa Salgado
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1 GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ. Op. cit. p. 216.
2 SAN JUAN DE LA CRUZ. Noite escura. L. II, c. 5, n. 1. In: Obras Completas. 7. ed. Petrópolis: Vozes, 2002, p. 693-694.
3 CLÁ DIAS, João Scognamiglio. A borrasca: um castigo ou uma graça? In: O inédito sobre os Evangelhos. Comentários aos Evangelhos dominicais do Tempo Comum. Ano B. Città del Vaticano – São Paulo: LEV, Lumen Sapientiae, 2014, v. IV, p. 186.
4 TANQUEREY. Op. cit. § 926, p. 441.
5 Loc. cit.
6 Loc. cit.
7 Cf. Ibid. p. 442.
8 BEAUDENOM. Op. cit. p. 388.
9 CORRÊA DE OLIVEIRA. O Sibarita, o herói e o Mártir do Gólgota. Op. cit. p. 17.
10 CORNELIO A LÁPIDE, apud CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Comentário à Liturgia do XIX Domingo do Tempo Comum. São Paulo, 10 ago. 2003. (Arquivo IFTE).
As matérias extraídas de exposições verbais – designadas neste trabalho, segundo sua índole, como conferências, palestras, conversas, homilias ou comentário à Liturgia – foram adaptadas para a linguagem escrita.
11 Cf. TANQUEREY. Op. cit. § 428, p. 210.
12 CLÁ DIAS. Como encontrar Jesus na aridez? Op. cit. p. 141.
13 Id. Eu sou o Pão vivo descido do Céu. In: O inédito sobre os Evangelhos. Op. cit. v. IV, p. 290.
14 WERNER, Carmela. Confiança, a regra de ouro. In: Arautos do Evangelho. São Paulo: Ano IX, n. 99, mar. 2010, p. 33.
15 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Intimidade com Jesus na Eucaristia. In: Dr. Plinio. São Paulo: Ano VI, n. 62, maio 2003, p. 25.
16 Loc. cit.
17 BEAUDENOM. Op. cit. p. 389.
18 SAN PEDRO JULIÁN EYMARD. A Divina Eucaristia: Escritos e sermões. São Paulo: Loyola, 2002, v. V, p. 119.
19 Ibid. p. 120-121.
20 Ibid. p. 121.
21 BEAUDENOM. Meditação LXXVII. Jesus perdido e achado. In: Meditações afectivas e práticas sobre o Evangelho. Op. cit. p. 394.
22 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferência. São Paulo, 17 ago. 1985. (Arquivo IFTE).
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