Santiago (Martes, 27-10-2015, Gaudium Press) Cerca de 10 mil fieles participaron la tarde del domingo 25 de octubre, de la misa y tradicional procesión del Señor de los Milagros en la capital chilena. En esta ocasión, la Santa Misa fue presidida en la Catedral Metropolitana por el Arzobispo de Lima, cardenal Juan Luis Cipriani, quien manifestó su alegría por esta gran convocatoria y la acogida que ha tenido esta celebración en Chile.
Ante un templo repleto de fieles vestidos de morado, mujeres de velo blanco e incensarios perfumando el ambiente, el cardenal Cipriani reflexionó en torno al fenómeno de la migración, destacando la preocupación de la Iglesia por aquellos que dejan su patria en busca de mejores oportunidades.
Cardenal Cipriani saluda a los fieles |
«La acogida que les damos (a los inmigrantes) tiene que ir unida a conocer las causas por las cuales la gente huye: cuando falta libertad o cuando hay mucha violencia y los matan. También denunciemos las causas de esta migración y acojamos a la gente», dijo.
Tras la celebración eucarística, los devotos acompañaron en procesión la imagen del Señor de los Milagros en su recorrido por la Plaza de Armas. Innumerables muestras de devoción, piedad popular e integración cultural marcaron todo el trayecto, resaltando otro aspecto de esta fiesta que es promover la hermandad entre los pueblos latinoamericanos.
Para el embajador del Perú, Fernando Rojas, la asistencia del arzobispo limeño «es un enorme respaldo para la devoción del Señor de los Milagros, que es una de las maneras más visibles en que los peruanos transmiten sus creencias y representa su fe en Dios». Agregó que esta fiesta significa mucho para la integración latinoamericana, ya que «esta fe une cotidianamente a los naturales de ambos países, porque está en la base de los pueblos».
El Señor de los Milagros es una tradición nacida en el siglo XVII en Lima, cuando un inmigrante de Angola pintó en un muro la imagen de Jesús crucificado en tonos morado y que, a pesar del terremoto de 1654 en Perú, se mantuvo intacto y se transformó en la devoción más importante de esa nación, cuyos ciudadanos llevan al lugar del mundo donde estén.
Con información del Arzobispado de Santiago
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