Madrid (Viernes, 30-10-2015, Gaudium Press) Mons. Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid, España, dedicó una Carta Pastoral a reflexionar sobre la importancia y elevada vocación de la familia y compartió su experiencia al haber tomado parte en el Sínodo de los Obispos sobre la Familia en la Santa Sede. «La familia cristiana es la ‘escuela de Bellas Artes más importante'», recordó. «La familia es la primera escuela de humanidad, es la estructura vital de la sociedad. Así se ha manifestado en todas las épocas y en todas las culturas».
Las familias son escuela de amor y virtudes, las «bellas artes» que fundamentan la vida en la Iglesia y la sociedad. Foto: Sean T Evans |
«La familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, comunidad de vida y de amor, tiene cuatro cometidos», expuso el prelado: «forma una comunidad de personas, que asumen el compromiso de servir a la vida, que participan en el desarrollo de la sociedad y que asumen con todas las consecuencias la vida y misión de la Iglesia». El Arzobispo recordó la misión de la familia expresada por San Juan Pablo II : «custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia».
El Arzobispo invitó a los fieles a no «encerrarnos por cálculos humanos» que puedan desanimar el impulso o dar prioridad a los intereses personales, y en su lugar dar un testimonio abierto de la verdad. «¡Qué valor tiene descubrir esta escuela de Bellas Artes que es la familia cristiana!», exclamó Mons. Osoro. «Tiene su lugar en la vida escondida y ordinaria, con alegrías y también con penas, donde se va entretejiendo con paciencia, respeto a todos, humildad, servicio y vida de fraternidad».
La relación entre los miembros de la familia, «en la gratuidad y solidaridad, en el perdón mutuo, en la proximidad del amor concreto de los unos con los otros, de padres e hijos y abuelos; en la responsabilidad de sabernos custodios los unos de los otros, siendo el otro siempre un don aunque marche por caminos diferentes», indicó el Arzobispo, «ahí la Iglesia doméstica se convierte en casa abierta, acogedora, accesible, que entrega siempre esperanza y curación, que ilumina, que indica metas y que hace percibir el amor misericordioso de Dios».
El prelado destacó su experiencia personal del interés de la Iglesia en la promoción de la familia y su ayuda en las dificultades que atraviesa, la fraternidad de los miembros de la Iglesia y la acción del Espíritu Santo en medio de los prelados, así como «la experiencia de la verdad y la belleza de la familia, como Iglesia doméstica que es comunidad de personas y que crece cada día más en esa comunión que refleja el misterio del amor de la Santísima Trinidad, que sirve a la vida y participa en la misión de la Iglesia».
Con información de Archidiócesis de Madrid.
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