sábado, 23 de noviembre de 2024
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El joven David extermina a un gigante

Redacción (Martes, 17-11-2015, Gaudium Press) Debido a sus graves pecados, Saúl fue tomado por un espíritu deprimente que le producía «frecuentes accesos de melancolía o de furor». [1]

Música harmoniosa expulsa al espíritu maligno

A fin de alejar ese mal, uno de los oficiales de Saúl le sugirió que alguien le tocase la cítara. Y añadió que conocía a un hijo de Jessé, llamado David, el cual, además de tocar muy bien, era «un hombre valiente, hábil en el combate» (I Sm 16, 18).

David fue traído a la presencia de Saúl, que le hizo su escudero. Y siempre que la perturbación acometía a Saúl, «David tomaba la cítara y tocaba. Saúl se calmaba, se sentía mejor y el espíritu deprimente lo dejaba» (I Sm 16, 23).

Afirma San Juan Bosco que la melodía del canto y la música harmoniosa de David expulsaban «al espíritu maligno que perturbaba a Saúl». [2]

Mientras que la música cacofónica perjudica el alma y también el cuerpo, la música harmoniosa beneficia la salud espiritual y física; y puede aún, como el gregoriano, tener efecto exorcístico.

Después de algún tiempo, David fue mandado de vuelta a casa.

La coraza del gigante pesaba más de 50 kilos

Cierto día, los filisteos se movilizaron para hacer guerra contra los hebreos. «Separados por un valle, los filisteos tomaron posición sobre un monte de un lado, e Israel sobre otro monte, del lado opuesto» (I Sm 17, 3).

Avanzó, entonces, un filisteo llamado Goliat. Tenía el «unos tres metros de altura, traía en la cabeza un casco de bronce y vestía una coraza de escamas de bronce, que pesaba más de 50 kilos» (I Sm 17, 4-6); portaba también una enorme espada. Y enfrente de él, andaba su escudero.

Llegando a cierto punto, Goliat gritó a los israelitas: «¡Escoged a uno de entre vosotros para enfrentarme en una lucha de a dos! Si él consigue luchar conmigo hasta matarme, seremos vuestros esclavos. Pero si yo lo venzo y lo mato, entonces seréis vosotros nuestros esclavos» (I Sm 17, 8-9).

Los hebreos quedaron despavoridos. Durante 40 días, por la mañana y por la tarde, Goliat decía esas palabras, pero ningún israelita osaba enfrentarlo.

Santa indignación del joven David

Jessé mandó a David a llevar alimentos a sus hermanos, que estaban acampados en el monte con las tropas de Saúl. Al llegar al lugar, el oyó aquellas provocaciones y se indignó contra el filisteo.

Sabiendo eso, Saúl ordenó que David viniese a su presencia, y hubo entre ambos el siguiente diálogo (cf. I Sm 17, 32-37):

– ¡Ninguno debe desanimarse por causa de ese filisteo! Yo, te sirvo, voy a luchar contra él.

– Tú eres todavía un niño, y él, un hombre de guerra desde su juventud.

– Yo cuidaba del rebaño de mi padre. Y cuando un león o un oso agarraba a algún carnero, yo los perseguía y mataba, sacándoles la presa de la boca. Así como maté a animales feroces, haré lo mismo con ese filisteo que se atrevió a insultar las filas del Dios vivo. El Señor, que me libró de las garras del león y del oso, me salvará de las manos de ese filisteo.

Entonces, Saúl afirmó:

– Anda, y que el Señor esté contigo.

Enfrenta a Goliat en nombre del Señor de los ejércitos

Saúl revistió a David con su propia armadura, pero el joven no conseguía caminar con ella; la tiró, tomó su cayado y fue hasta un riachuelo donde escogió cinco piedras bien lisas, guardándolas en su mochila de pastor. Y, teniendo su honda en la mano, caminó en dirección a Goliat.

Al ver a David, al filisteo le dijo: «¿Soy por si acaso un perro, para que vinieras a mí con un cayado?» Después de maldecirlo, Goliat añadió: «¡Ven, yo voy a dar tu carne a las aves del cielo y a las fieras de la tierra!»

David, entonces, le dio esta bella respuesta: «Tu vienes a mí con espada, lanza y dardo; ¡yo, sin embargo, voy a ti en nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de las filas de Israel, que tú insultaste! Hoy mismo, el Señor te entregará en mis manos, y yo te abatiré y te cortaré la cabeza, y daré tu cadáver y los del ejército de los filisteos a las aves del cielo y a las fieras de la tierra, para que toda la Tierra sepa que hay un Dios en Israel» (I Sm 17, 43-46).

El cayado simboliza la Cruz y las cinco piedras, las llagas del Redentor

Goliat se marchó en dirección a David, y este corrió a enfrentarlo. Tomó una piedra que estaba en su mochila y, con la honda, la tiró con tanta fuerza y puntería, que ella se enclavó en la frente del filisteo, el cual cayó con el rostro en la tierra. Entonces, David arrancó de la vaina la espada del gigante y le cortó la cabeza.

David simboliza a Nuestro Señor, y Goliat, al demonio. Comenta San Agustín [3] que David tomó su cayado y Cristo cargó la Cruz. Las cinco piedras, según algunos autores, representan las llagas del Redentor. Con su Pasión y Muerte, Jesús venció al demonio.

Viendo muerto a su guerrero más valiente, los filisteos huyeron. Los israelitas los persiguieron e hicieron una gran matanza. David envió la espada del gigante al Santuario de Dios (cf. I Sm 21, 10). Y posteriormente llevó la cabeza de Goliat a Jerusalén (cf. I Sm 17, 54).

David fue, entonces, llevado a la presencia de Saúl, teniendo «además en la mano la cabeza de Goliat. Saúl le preguntó: ‘¿Quién es tu padre, joven?’ David respondió: ‘Yo soy hijo de Jessé de Belén, tu siervo'» (I Sm 17, 57-58).

Pidamos a María Santísima la virtud de la fortaleza, seguros de que Ella nos dará la victoria contra los enemigos de la Santa Iglesia de Dios.

Por Paulo Francisco Martos

(in Noções de História Sagrada (50))

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1 – FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné. 1923, v.II ,
p.276.
2 – SAN JUAN BOSCO. História Sagrada. 10 ed. São Paulo: Salesiana, 1949, p.104.
3 – Cf. CORNELIO A LÁPIDE. Commentarii in Sacram Scripturam. Lyon: Pelagaud et Lesne. 1840.
v. II, p.326.

 

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