San Pablo (Jueves, 19-11-2015, Gaudium Press) Todos tienen presentes las escenas de horror que vivió París en los últimos días. Esos acontecimientos han dado una señal de alerta a las autoridades gubernamentales y también eclesiásticas de diversos países.
Sobre ese asunto, el Cardenal Arzobispo de San Pablo-Brasil, Mons. Odilo Pedro Scherer, comentó en un artículo de su autoría publicado en el diario arquidiocesano «O São Paulo» el impacto generado en el mundo por cuenta de este lamentable episodio.
«No aconteció por alguna acción oculta e imponderable de amuletos mágicos, sino por la acción humana, fría, estudiada y calculada, para sembrar, pánico muerte y dolor por la ciudad. La aprehensión tomó cuenta de todo el mundo», dijo.
Según Mons. Odilo, «el terrorismo intenta justificar sus acciones contra ciudadanos comunes indefensos y desprevenidos con argumentos inaceptables».
«‘Lucha contra el mal, en nombre de Dios’: ¿de cual Dios? La violencia practicada, supuestamente, en nombre de Dios, es un grave e inaceptable equívoco; Es una pesada blasfemia y ofensa a Dios, como definió el Papa Francisco. No se honra a Dios, haciendo el mal al próximo».
Para el purpurado «esa instrumentalización del nombre de Dios aparece con frecuencia para justificar actos de intolerancia y terror», una vez que «el uso de la religión como ideología política para la búsqueda del poder y de la dominación es altamente reprobable».
En seguida, Mons. Odilo hizo un desahogo: «Venganza es odio, no son formas civilizadas para resolver tales pendientes; el camino debe ser el de la justicia, de la negociación política, de la reparación, de la reconciliación y del perdón».
«Las alegaciones religiosas para la violencia, generalmente, resultan de interpretaciones equivocadas y fundamentalistas de textos sagrados. Por eso, cabe a las religiones y sus organizaciones la promoción de una adecuada formación religiosa, que no lleve a la instrumentalización fundamentalista e ideológica de los principios y sentimientos religiosos de las personas. Tales sentimientos son muy profundos y relacionados con la conciencia de las personas», añadió.
Finalizando, el Cardenal alegó que «la convivencia humana no puede ser movida por sentimientos de odio y deseos de venganza, que no son formas aceptables y civilizadas para aplacar ofensas o injusticias sufridas», siendo que «esos impulsos negativos del alma humana son destructivos y pueden tornarse verdaderos vicios y marcas de la personalidad, si no fueren colocados bajo disciplina de la voluntad y de la conciencia moral».
«Las tendencias a la agresividad y a la violencia precisan ser orientadas a la práctica de las virtudes de la tolerancia, del respeto al prójimo y a la capacidad de perdonar», concluyó. (LMI)
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