Redacción (Viernes, 20-11-2015, Gaudium Press) A lo largo de la ruta por la montaña de la santificación, encontramos incontables obstáculos, tanto por nuestra debilidad cuanto por los embates del demonio. En determinadas circunstancias nos parecerá imposible proseguir camino tan arduo, pues aún la oración aparentará no tener valor. A veces, estando próximos del pináculo donde nos será posible contemplar las magnificencias de Dios, se desencadena una tempestad violenta, las piedras del camino se tornan más resbaladizas y una avalancha de miserias querrá derribarnos. ¿A quién recurrir en estas ocasiones?
Si volvemos los ojos a la cima de la montaña, fácilmente veremos a aquellos que, habiendo combatido el buen combate y no desistiendo de la lucha, gozan de la luz purísima que de Dios irradia. Contemplando tamaña bienaventuranza, ¿qué hacer si no pedirles que nos extiendan la mano y nos lleven a disfrutar de los mismos beneficios?
Dios constituyó a los Santos como mediadores de los hombres y, por eso, es utilísimo suplicarles auxilio. «Estamos obligados también a la intercesión de los santos, para observar el orden que Dios estableció sobre nuestra salvación, esto es, que los inferiores se salven, implorando el auxilio de los superiores».1
Podemos, también, gozar de la intercesión de los santos vivos, como enseña Santa Teresa: «Es de grandísima ventaja a un alma que se da a la oración tratar con los que de hecho sirven a Dios. […] De tanto conversar con ellos, resulta traerla para donde están». 2
A los pocos estas santas almas nos conducen al sitio tan deseado y acaban por hacernos ejercitar la humildad, visto que, sin las súplicas de estas no osaríamos avanzar.
«La comunicación espiritual con aquellos que ya están desapegados de todo es de enorme provecho para conocernos a nosotros mismos. Además, nos da mucho ánimo ver realizados por otros, con tanta suavidad, sacrificios que nos parecen imposibles de abrazar. Viendo sus altos vuelos, nosotros nos atrevemos a volar también, del mismo modo que las crías de las aves lo aprenden. Aunque no se arriesguen pronto a dar grandes vuelos, poco a poco imitan a sus padres». 3
Si los santos poseen audiencia en la corte celeste a punto de poder salvar innúmeras almas, ¿qué decir de aquella que es la Aurora y esplendor de la Iglesia Triunfante, la Mediadora Omnipotente?
Reservamos, para una próxima ocasión, el papel de Nuestra Señora como Intercesora y Abogada infalible de aquellos que a Ella recurren con verdadera confianza, por medio de la oración.
Por la Hna. Lays Gonçalves de Sousa, EP
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1 SAN ALFONSO MARIA DE LIGÓRIO. A Oração. Trad. Henrique Barros. 24. ed. São Paulo: Santuário, 2012. p. 37.
2 SANTA TERESA. Castelo interior ou Moradas. 11. ed. São Paulo: Paulus, 2003. p. 45.
3 Ibid. p. 67.
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