Ciudad del Vaticano (Viernes, 11-12-2015, Gaudium Press) Ante el Papa y demás miembros de la Curia Romana, el Predicador de la Casa Pontificia, P. Raniero Cantalamessa, habló sobre la vocación universal a la santidad. Estas predicaciones se dan en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico.
P. Cantalamessa |
El sacerdote explicó que hay al menos dos sentido de la expresión «justicia de Dios». «Esto no es el solo sentido de la expresión ‘justicia de Dios’, pero es ciertamente lo más importante. Habrá un día otra justicia de Dios, aquella que consiste en dar a cada uno lo suyo según sus propios méritos (Cfr. Rom 2, 5-10); pero no es de esta de la que el Apóstol habla cuando dice: ‘Ahora se ha manifestado la justicia de Dios'» (Rom 3, 21). Justicia es también sinónimo de santidad.
«Todos en la Iglesia, sea que pertenezcan a la Jerarquía, sea que sean dirigidos por ella, están llamados a la santidad, de acuerdo a cuanto dijo el apóstol: ‘Ésta es de hecho la voluntad de Dios, vuestra santificación (1 Ts 4,3)». La santidad está relacionada con el mandamiento más importante, que es amar a Dios sobre todas las cosas.
Navegando por el Nuevo Testamento, el Padre Cantalamessa destacó la definición de «nación santa» que rápidamente se extendió a los cristianos.
«Para Pablo los bautizados son ‘santos por vocación’ o ‘llamados a ser santos’. Él llama habitualmente a los bautizados con el término ‘los santos’. Los creyentes son ‘elegidos para ser santos e inmaculados’ ante su presencia en la caridad (Ef 1, 4). Pero bajo la aparente identidad de terminología asistimos a cambios profundos. Santidad no es más un hecho ritual o legal, sino moral o más aún, ontológico. No reside en las manos sino en el corazón; no se decide afuera, sino adentro del hombre y se resume en la caridad. ‘No lo es lo que entra en la boca del hombre que lo vuelve impuro; es lo que sale de la boca, esto vuelve impuro al hombre'». (Mt 15, 11).
Caminar a la santidad es como el camino del pueblo elegido en el desierto. Un desierto en el que se padece hambre y sed: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mt 5, 6). Y añadió:
«La justicia bíblica, se sabe, es la santidad. Nos vamos por tanto con una pregunta sobre la que meditar en este tiempo de Adviento: ‘¿Yo tengo hambre y sed de santidad, o me estoy resignando a la mediocridad?'».
Con información de Radio Vaticano
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