Ciudad del Vaticano (Lunes, 28-12-2015, Gaudium Press) En el Ángelus del sábado pasado, cuando se conmemoraba el martirio de San Esteban, el Papa mostró la relación entre el nacimiento de Cristo y el «nacimiento» del protomártir a la vida eterna.
«El recuerdo del primer mártir sigue inmediatamente a la Solemnidad de la Navidad. Ayer hemos contemplado el amor misericordioso de Dios, que se ha hecho carne por nosotros; hoy vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. Ayer nació en la tierra el Salvador; hoy nace para el cielo su testigo fiel. Ayer, como hoy, aparecen las tinieblas del rechazo de la vida, pero brilla más fuerte aún la luz del amor, que vence el odio e inaugura un mundo nuevo», dijo el Pontífice.
También el Papa Francisco estableció una similitud entre las palabras de perdón de Cristo en lo alto de la Cruz, y las palabras de San Esteban mientras sufría el martirio.
«Hay un aspecto particular en el relato de hoy de los Hechos de los Apóstoles, que acerca a San Esteban al Señor. Es su perdón antes de morir lapidado. Jesús, clavado en la cruz, había dicho: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34); de modo semejante, Esteban «poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: ‘Señor, no les tengas en cuenta este pecado'» (Hch 7,60). Por tanto, Esteban es mártir, que significa testigo, porque hace como Jesús; en efecto, es un verdadero testigo que se comporta come Él: que reza, que ama, que dona, pero, sobre todo, que perdona, porque el perdón, como dice la misma palabra, es la expresión más alta del don». El Pontífice insistió en la necesidad de perdonar.
Un perdón, del cuál habría nacido a la vida de la gracia Saulo, el gran San Pablo.
«Pero – podríamos preguntarnos – ¿para qué sirve perdonar? ¿Es sólo una buena acción o da resultados? Encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban. Entre aquellos por los cuales él imploró el perdón había un joven llamado Saulo; éste perseguía a la Iglesia y trataba de destruirla (Cfr. Hch 8,3). Poco después Saulo llegó a ser Pablo, el gran Santo, el Apóstol de las gentes. Había recibido el perdón de Esteban. Podemos decir que Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban». También nosotros nacemos a la vida de la gracia por el perdón de Dios, concedido en el bautismo.
El papa concluyó su reflexión encomendando al mártir San Esteban a todos aquellos que hoy sufren persecución por la fe, «nuestros mártires de hoy».
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