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David conquista Jerusalén

Redacción (Martes, 05-01-2016, Gaudium Press) Cuando venció a los jebuseos y tomó Jerusalén, la primera preocupación de David fue trasladar el Arca de la Alianza a esa ciudad. Mientras los israelitas eran derrotados por los filisteos, en una guerra donde murieron Saúl y tres de sus hijos – entre los cuales el valiente Jonathan-, David obtenía victoria contra los amalecitas.

Rey de Judá…

David regresó a Siceleg y tres días después un amalecita llegó corriendo ante del varón de Dios, se prosternó y dijo que Saúl y Jonathan
habían muerto en la batalla; y que él, amalecita, había acabado de tomar la vida de Saúl, a pedido de éste. Indignado por el hecho de aquel pagano haber extendido la mano contra Saúl, David mandó que un siervo lo exterminase y, mientras la orden era ejecutada, agregó: «Tu propia boca dio testimonio contra ti, cuando dijiste: Maté al ungido del Señor» (II Sm 1, 16).

Después, el justo David, demostrando no tener ningún resentimiento contra Saúl que diversas veces había intentado matarlo, compuso un bello cántico fúnebre, del cual destacamos este trecho: Saúl y Jonathan «más veloces que las águilas, más fuertes que los leones» (II Sm 1, 23).

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Rey David, Catedral de Plasencia, España

David preguntó a Dios adónde debería dirigirse, y el Señor le ordenó que fuese a Hebrón. Estando en esa ciudad, los hombres de Judá lo
ungieron como rey, teniendo él 30 años de edad (cf. II Sm 5, 4). La unción hecha por el profeta Samuel, cuando David era adolescente, había sido mantenida en secreto. En Hebrón, él fue ungido públicamente.

… y de todo Israel

Entretanto, Abner, que había sido jefe del ejército de Saúl, constituyó como rey un hijo de Saúl llamado Isbaal, el cual fue aceptado como monarca por las otras tribus. Una prolongada guerra se desencadenó entre los seguidores de Isbaal y la casa de David. El Rey David no quiso dirigir personalmente los combates, sino que designó a Joab como su lugarteniente. En determinado momento hubo un enfrentamiento de los dos ejércitos.

Abner y Joab acordaron que cada ejército escogería doce jóvenes. Estos lucharían entre sí para decidir la guerra. El combate entre los jóvenes fue tan encarnizado que «cada uno de ellos, agarrando la cabeza del adversario, le enterró la espada en el flanco, y así
se mataron simultáneamente» (II Sm 2, 16).

El combate se tornó general y, por último, las tropas de Abner huyeron. Pasado cierto tiempo, Joab mató a Abner traicioneramente y luego después Isbaal fue asesinado. Posteriormente, los notables de Israel, representando las otras once tribus, fueron a Hebrón y ungieron a David como Rey de Israel. Así, su poder monárquico se tornó efectivo sobre toda la nación.

Traslado del Arca a Jerusalén

Entonces, el varón de Dios marchó con sus soldados a Jerusalén, que estaba dominada por los jebuseos, y los derrotó; el Rey de Israel pasó a residir en la fortaleza de Sión, en Jerusalén, la cual él llamó de «Ciudad de David». El Rey «David iba creciendo en poder, y el Señor, Dios de los ejércitos, estaba con él» (II Sm 5, 10). Y él recibió también apoyo de pueblos vecinos. Así es que Hiram, Rey
de Tiro, obsequió a David madera de cedro, carpinteros y pedreros para construir murallas en Jerusalén, así como para edificar un palacio para el Rey de los israelitas.

Al saber que David había sido ungido rey sobre todo Israel, los filisteos se lanzaron contra él, pero fueron derrotados. Terminada la guerra, David dio orden para que fuesen quemados todos los ídolos de los filisteos (cf. I Cr 14) «El primer cuidado del Rey fue transformar la capital [Jerusalén] en un centro de culto divino.» David mandó que trajesen el Arca de la Alianza, la cual se encontraba en Cariat-Iarim, en la casa de Aminadab. Dos hijos de éste, Oza y Aio, condujeron el carro de bueyes sobre el cual estaba el Arca. «David y toda la casa de Israel danzaban delante del Señor con todo el entusiasmo, cantando al son de cítaras, arpas, panderos, sistros y címbalos» (II Sm 6, 5).

La ira de Dios se inflamó

Entretanto, en cierto momento, el Arca amenazó caer porque los bueyes habían resbalado, y Oza la atajó. «Entonces el Señor se inflamó de ira contra Oza y lo hirió por causa de su temeridad, de modo que él murió allí mismo» (II Sm 6, 7).

«En realidad, Oza […] había faltado el respeto por el Arca, a pesar de sus buenas intenciones. Ella era el objeto más precioso del culto judaico, el símbolo directo de la divina presencia y solamente los sacerdotes podían tocarla. Con esos ejemplos, Yahvé enseñaba a los israelitas a reverenciarla más aún.»

Cuando el Arca llegó a Jerusalén -en medio a los esplendores de un cortejo triunfal  -, fue ella colocada en una tienda que David había mandado construir. Después de haber ofrecido holocaustos y sacrificios, «David bendijo al pueblo en nombre del Señor de los ejércitos» (II Sm 6, 18) y distribuyó a cada persona un pan, una torta de támaras y una torta de uvas.

David quiso construir una casa para el Arca de la Alianza. Preguntó él al profeta Natán, el cual consultó a Dios. El Altísimo ordenó que el profeta transmitiese a David estas palabras, entre otras: «Estuve contigo en todas partes por donde anduviste y exterminé delante de ti a todos tus enemigos» (II Sm 7, 9). Y agregó que no sería David quien le haría una casa, sino un descendiente suyo.

Que María Santísima nos conceda la gracia de que en todas las cosas busquemos, antes que nada, la gloria de Dios y de su Santa Iglesia.

Por Paulo Francisco Martos

( in Noções de História Sagrada (56))

 

 

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