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San Francisco (Sábado, 09-01-2016, Gaudium Press) El Arzobispo de San Francisco, Mons. Salvatore Cordileone, presidió el pasado 03 de enero una celebración eucarística en la que celebró los 20 años de Adoración Perpetua en la Parroquia de la Natividad, ubicada en uno de los principales centros de desarrollo de tecnología en el mundo, el llamado Silicon Valley.
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| Interior de la iglesia de la Natividad en Menlo Park, California. Foto: A Tale Ahead. |
«Qué apropiado que celebremos estos 20 años de Adoración Eucarística Perpetua aquí en la Parroquia de la Natividad en esta Solemnidad de la Epifanía», exclamó Mons. Cordileone en su homilía, reproducida por el informativo National Catholic Register. «La palabra Epifanía en el mundo antiguo significaba, como lo hace en las Sagradas Escrituras, la aparición o manifestación de lo divino».
Esta manifestación, realizada hace dos mil años en el Niño de Belén, es realizada hoy cotidianamente en la Eucaristía. «Aquí tenemos al Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que tomó forma humana en su nacimiento en Belén, dos mil años atrás, siempre presente para nosotros en la sustancia de su cuerpo, la Santísima Eucaristía, que significa y realiza la unidad de su cuerpo místico, la Iglesia», explicó el Arzobispo.
Los adoradores usualmente toman turnos de una hora de oración, que comienzan normalmente con el rezo del Santo Rosario y la Coronilla de la Divina Misericordia. La Parroquia provee una tarjeta de oración con algunas intenciones, y se invita a los adoradores a rezar por las peticiones consignadas en un libro escrito por los feligreses que enfrentan alguna necesidad espiritual o material.
El Párroco, Mons. Steven Otellini, tiene su propio turno de adoración y promueve activamente este apostolado. «Tres vocaciones (una masculina y dos femeninas) han venido de la adoración», explicó a National Catholic Register. «La iglesia está siempre abierta. Cuando hago adoración a las 4 am, las personas están llegando en su camino hacia o desde su trabajo», agregó. «Tarde en la noche a veces hay una docena de personas».
El sacerdote contó como ejemplo de la utilidad de esta disponibilidad que un hombre llegó una madrugada con una bolsa de hielo puesta sobre su rostro. El fiel explicó que acababa de salir del hospital donde había sobrevivido a un accidente que le causó unn herida cerebral potencialmente peligrosa. «Casi morí y sólo quería decirle gracias a Dios. Esta fue la única iglesia que encontré abierta», afirmó el hombre al presbítero.
Con información de National Catholic Register.
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