Quebec (Jueves, 21-01-2016, Gaudium Press) Arismendy Lozada cambió el mundo de las noticias y la información por el servicio a Dios en la comunidad hispana de Canadá. No fue un cambio planeado: en 2003 tuvo que dejar su país, Colombia, a causa de las amenazas de varios grupos armados en conflicto, y tuvo que rehacer su vida en medio de un entorno extraño en el cual tuvo que adaptarse incluso a una nueva lengua, el francés. Su testimonio fue destacado por el servicio informativo estadounidense Catholic News Service.
Diácono Arismendy Lozada. Foto: Arismendy Lozada. |
«Llegamos con un equipaje lleno de sueños», explicó el experiodista oriundo de la región de Caquetá, en los llanos orientales de Colombia. Su experiencia podría ser análoga a la de los refugiados actuales de países en conflicto como Siria, a quienes dirigiría un mensaje: «Manténganse con esperanza, manténganse con fe».
El primer contacto personal con Dios se dio a causa de una enfermedad, la hepatitis C, contraída accidentalmente en una transfusión de sangre. «Yo era católico, como todos. Iba a la Iglesia de vez en cuando», recordó. «Allá atrás tenía una estación de radio en el pequeño pueblo en el cual vivía . El sacerdote vino a mí un día y preguntó si podía hacer una transmisión en vivo de una Eucaristía de una hora. Pensé para mí que me haría perder dinero, pero le dije que sí para que me dejara. Pero después de mi enfermedad, comencé mi aventura: ¿Quién soy?¿Dónde estoy?¿Por qué estoy aquí? Y un día me pregunté qué quería Dios conmigo».
Una vocación suspendida
El proceso de cambio lo llevó de ser un católico «mundano» a uno «comprometido», y el sacerdote que lo visitó se convirtió en su director espiritual. En el año 2000 contrajo matrimonio y acordó con su Obispo formarse para el ministerio del diaconado permanente. Por su nueva condición y compromiso social fue invitado a convertirse en un conciliador de paz entre las fuerzas en conflicto, lo que finalmente le motivó amenazas de muerte por parte de los dos bandos que lo obligaron a dejar el país tras haber sido declarado «objetivo militar».
«Un hombre vino a verme en mi oficina. Estábamos hablando y puso un arma sobre la mesa. Dijo: ‘Tiene 72 horas para dejar este país. si lo encontramos después de ese tiempo, es hombre muerto». Su llegada a Canadá no fue fácil. Los subsidios gubernamentales no eran suficientes para mantener una familia, por cuanto Lozada consiguió un empleo aseando edificios. Tras su tercera noche de trabajo, superó su consternación y comenzó a agradecer a Dios por tener un empleo con el cual proveer a sus seres queridos. Ese año debía haber sido el año de su ordenación como diácono permanente en Colombia.
Después de esa primera etapa, retomó su vocación y pidió una audiencia con el Card. Marc Ouellet para acreditar sus estudios. «Esperaba un hombre frío. Pero él me tomó en sus brazos y me dijo: ‘Bienvenido a casa'». Habiendo vivido en Colombia un tiempo, el Cardenal le comisionó apoyar la pastoral de la comunidad de latinos en Quebec, trabajo que mantiene hasta hoy y en el cual sirve a unas seis mil personas. «Nuestra meta es la integración, no tener un ministerio para nosotros y hacernos un ghetto», explicó. «Lo llamamos un ministerio de transición».
Cuestionado sobre la situación de los refugiados y su acogida, el diácono Lozada expresó la disposición de la Iglesia en su atención. «Cuando tenemos amor, éste rechaza el miedo. Esto es lo que debemos tener: Amor por nuestro prójimo», comentó. Ofrecer una bienvenida que haga una diferencia. Está en las manos de cada uno hacer nuestra parte».
Con información de Catholic News Service.
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