domingo, 24 de noviembre de 2024
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Moisés, ministro de la misericordia de Dios, expresó el Papa

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 27-01-2016, Gaudium Press) En la Audiencia General de hoy, en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco habló del ejercicio de la misericordia de Dios, ejemplificada en la misión de Moisés.

Moisés, ministro de la misericordia de Dios

«Se lee en el libro del Éxodo: ‘Pasó mucho tiempo y, mientras tanto, murió el rey de Egipto. Los israelitas, que gemían en la esclavitud, hicieron oír su clamor, y ese clamor llegó hasta Dios, desde el fondo de su esclavitud. Dios escuchó sus gemidos y se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Entonces dirigió su mirada hacia los israelitas y los tuvo en cuenta’ (2,23-25). La misericordia no puede permanecer indiferente delante del sufrimiento de los oprimidos, del grito de quien padece la violencia, reducido a la esclavitud, condenado a muerte. Es una dolorosa realidad que aflige toda época, incluida la nuestra, y que muchas veces nos hace sentir impotentes, tentados a endurecer el corazón y pensar en otra cosa. Dios en cambio ‘no es indiferente’ (Mensaje para la Jornada Mundial de la paz 2016, 1), no desvía jamás la mirada del dolor humano. El Dios de misericordia responde y cuida de los pobres, de aquellos que gritan su desesperación. Dios escucha e interviene para salvar, suscitando hombres capaces de oír el gemido del sufrimiento y de obrar en favor de los oprimidos». Uno de estos hombres fue Moisés.

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Moisés es mediador de la misericordia de Dios para el pueblo elegido, sufriente. Él enfrenta «al Faraón para convencerlo en dejar salir a Israel; y luego guiará al pueblo, a través del Mar Rojo y el desierto, hacia la libertad». Moisés, quien también fue objeto de la misericordia divina al ser rescatado de las aguas del Nilo, permite «al pueblo nacer a la libertad» cuando por su intercesión Dios salva a este pueblo de perecer en las aguas del Mar Rojo. Estos ejemplos llevan al Papa a invitar a todos a «ser mediadores de misericordia con las obras de misericordia para acercarnos, para dar alivio, para hacer unidad. Tantas cosas buenas se pueden hacer».

Acogerse a la misericordia divina nos hace objeto de un amor privilegiado

Con el pueblo elegido, objeto de la Misericordia Divina, Dios establece una alianza, «una relación de amor particular, exclusiva, privilegiada». «El pueblo se convierte para Él en una posesión diversa, especial: su personal ‘reserva de oro y plata’ como aquella que el rey David afirmaba haber donado para la construcción del Templo».

Al pueblo elegido (símbolo de todos los que se acogen a la misericordia), Dios otorga «las maravillas de la misericordia divina, que llega a pleno cumplimiento en el Señor Jesús, en aquella ‘nueva y eterna alianza’ consumada con su sangre, que con el perdón destruye nuestro pecado y nos hace definitivamente hijos de Dios (Cfr. 1 Jn 3,1), joyas preciosas en las manos del Padre bueno y misericordioso».

El Papa concluyó su meditación invitando a acoger esa herencia divina, la de la bondad y la misericordia, para también distribuirla a los demás, particularmente en este Año de la Misericordia.

Con información de Radio Vaticano

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