Redacción (Miércoles, 03-02-2016, Gaudium Press) Grande fue el dolor de David cuando falleció su hijo recién nacido, fruto de su unión pecaminosa con Betsabé, esposa de Urías. Después de la muerte de este, el Rey se casó con Betsabé, la cual dio a luz otro hijo que recibió el nombre de Salomón.
Fratricida y demagogo
Pero luego después «la vía de las expiaciones se abriría bajo los pasos de David» 1, como había sido anunciado por el profeta Natán. Con uno de los hijos predilectos de David.
Absalón, asesinó a uno de sus medios-hermanos y huyó de Jerusalén. Pasados tres años, David permitió, a instancias de Joab, jefe de su ejército, que el fratricida Absalón volviese, pero que no se presentase al Rey.
Después de dos años de permanencia en Jerusalén, David consintió en recibirlo. Absalón se prosternó delante del Rey, que lo perdonó. Como veremos, esa actitud de Absalón fue meramente formal, pues no estaba sinceramente arrepentido de su crimen.
Absalón tenía un aspecto hermoso y «era muy elogiado» (II Sm 14, 25). Poseía gran cabellera por la cual se halagaba. Movido por sus pasiones desordenadas, en especial la del orgullo, él comenzó a tomar actitudes demagógicas junto al pueblo.
Se quedaba junto a la puerta de Jerusalén y abordaba a aquellos que, debido a problemas personales, venían a pedir justicia al Rey.
Absalón criticaba a los jueces reales e, indirectamente, al propio monarca. Y usaba familiaridades: «Cuando alguien se aproximaba para postrarse delante de él, le extendía la mano, lo abrazaba y lo besaba. Así, […] seducía el corazón de los israelíes» (II Sm 15, 5-6).
Durante cuatro años, él de ese modo intrigó la usurpación que meditaba. Evidentemente, David, guerrero con experiencia, percibió esa infame maniobra, pero no punió a su hijo primogénito para evitar adicionar sus desgracias domésticas con la eclosión de un nuevo escándalo 2. Entretanto, mayores tragedias ocurrirán después.
Fuga de David
Cierto día, Absalón pidió permiso a David para ir a Hebrón, a fin de ofrecer un sacrificio a Dios. David lo autorizó, y Absalón envió mensajeros a todas las tribus de Israel, instándolas a proclamarlo rey en Hebrón. Tales mensajeros eran en verdad espías «porque los envían a sondar discretamente la opinión pública, y ganar en secreto partidarios para su maestro». 3
Apenas tomó conocimiento de esa traición, David dijo a sus siervos que Absalón vendría a Jerusalén, y todos precisaban huir con David, pues de lo contrario serían pasados al filo de la espada del traidor. El Rey tomó esa decisión porque, «tomado de improviso y abandonado por gran número de sus súbditos, él no tenía muchos soldados para resistir». 4
El Rey, acompañado de sus fieles, atravesó el torrente del Cedrón, que separa la ciudad de Jerusalén del Monte de los Olivos. «David caminaba llorando, mientras subía al Monte de los Olivos, con la cabeza cubierta y los pies descalzos» (II Sm 15, 30).
«Este era el camino que otra víctima, inmolada para la salvación del mundo, debía seguir mil años más tarde, comenzando así la vía dolorosa que condujo a Jesucristo, Hijo de Dios y descendiente de David, al árbol sangriento del Calvario.» 5
David ordenó que el Arca de la Alianza se quedase en Jerusalén, y designó a los sacerdotes Sadoc y Abiatar para guardarla.
«Suspendido entre el cielo y la tierra»
Absalón entró a Jerusalén, en medio de aclamaciones del pueblo; en una tienda armada en la terraza del palacio real, cometió hediondos pecados «delante de todo Israel» (II Sm 16, 22) y, con sus soldados, fue en busca de su padre David a fin de matarlo.
David con los suyos atravesó el Río Jordán. Después, Absalón hizo lo mismo, y los dos ejércitos – el del hijo contra el del padre – se iban a enfrentar. Los tres jefes del ejército de David le pidieron que no participase de la batalla. Él concordó y les recomendó: «Por favor, tratad bien al joven Absalón» (II Sm 18). Se dio el choque y el ejército de David venció al del traidor Absalón. La batalla fue tan violenta que «hubo una mortandad de 20.000 hombres» (II Sm 18, 7).
Montado en una mula, Absalón intentó huir, pero, galopando a través de un bosque, su cabeza se quedó presa en las ramas de un roble y el animal siguió en frente, de tal modo que «él se quedó suspendido entre el cielo y la tierra» (II Sm 18, 9).
Avisado de lo que sucediera, Joab fue hasta el lugar y mató a Absalón con dardos; el cadáver fue lanzado a una fosa y sobre él fue lanzada una gran cantidad de piedras.
Cuando supo de la muerte de Absalón, David «cayó en llanto. Decía entre hipos: ‘¡Mi hijo Absalón! […] ¿Por qué no morí yo en tu lugar?» (II Sm 19, 1)
Después, David inició su regreso a Jerusalén, acompañado por los de la tribu de Judá, pero diez tribus se separaron del Rey para seguir a un rebelde llamado Seba; los de Leví – la tribu sacerdotal – no son mencionados en esa circunstancia. Pero Joab derrotó a los rebeldes.
Que la Santísima Virgen haga que nos compenetremos de la siguiente verdad: solo la virtud trae felicidad; el pecado ocasiona todo tipo de desgracias.
Por Paulo Francisco Martos
(in Noções de História Sagrada (58))
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1 – DARRAS, Joseph Epiphane. Histoire Génerale de l’Église depuis la Création jusqu’à nos jours.Paris : Louis Vivès. 1874. v. 2, p 387.
2 – Cf. DARRAS, op. cit. v. 2, p. 391-392.
3 – FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné. 1923, v.II, p. 385. 4 – Idem, ibidem, p. 386
5 – DARRAS, op. cit. v. 2, p. 394-395.
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