Redacción (Miércoles, 03-02-2016, Gaudium Press) Es bien probable que exista un coro angélico de la paz. O al menos un ángel asignado por Dios para mantener la paz mundial. O, en todas las jerarquías -de arriba abajo- tal vez entre querubines, serafines, arcángeles, principados, etc, exista una orden angélica encargada de la paz de las naciones.
El Ángel consuela al Señor en el Huerto de los Olivos Iglesia del Perpetuo Socorro, Montevideo, Uruguay |
En la primavera de 1916 hace cien (100) años, Lucía, Francisco y Jacinta vieron por primera vez un ángel que se les manifestó totalmente y les hizo saber quién era. Ya convertida en religiosa Dorotea (1), la Hermana Lucía de Jesús relató por escrito que estaban en un lugar llamado la Loça do cabeço (Peña de la gruta) guareciéndose de una corta llovizna que pasaba, y después de rezar un poquito los tres niños se pusieron a jugar. Vieron entonces venir caminado hacia ellos, sobre las copas de los olivares, un bello joven de impresionantemente resplandor cristalino, que Lucía dice tenía más o menos unos 15 años de edad. Llegando junto a ellos les dijo:
-No temáis, soy el ángel de la paz. Orad conmigo.
Y arrodillándose curvó su frente hasta el suelo y les hizo repetir tres veces: «Dios mío, creo, adoro, espero y Os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no Os aman». Después se levantó y les dijo muy serio mirándolos con dulzura: «Orad así. Los Corazones de Jesús y de María estarán atentos a vuestras súplicas». Y despareció. Los niños no hablaron de esto con sus padres y parientes.
Lucía relata también que en 1915 -Europa ya en guerra- ella en compañía de unos amiguitos, había visto una vez algo parecido, muy blanco y transparente, que los asustó un poco pero que bien pronto se les olvidó. Se podría deducir que ya los ángeles revoloteaban visiblemente por un Portugal en terrible situación política con persecución religiosa incluida: Hacía cinco años atrás habían matado a tiros al rey y su hijo heredero en plena plaza pública. Los gobiernos liberales no duraban nada. Comunidades religiosas expulsadas, relaciones con el Vaticano rotas, bienes de la iglesia expropiados.
En el verano de ese 1916, mientras los tres pastorcitos jugaban en el patio de la casa de Lucía, se les volvió a aparecer el ángel:
-¿Qué hacéis? les dijo reprensivo y serio. Recordándoles que los Corazones de Jesús y María tenían designios misericordiosos con ellos, les pidió que ofrecieran oraciones y sacrificios. Ahí Lucía, que demuestra en sus memorias siempre haber sido una niña vivaz y seria, interpeló inocentemente: ¿Cómo debemos sacrificarnos? Entonces el ángel les dijo que Dios estaba muy ofendido, que soportaran con sumisión -en reparación por los pecados de la humanidad y por la conversión de los pecadores- los sufrimientos que Nuestro Señor les enviara. Y desapareció. Lucia nos cuenta que a partir de ahí todas las molestias, contrariedades, adversidades y dificultades infantiles que padecían, eran ofrecidas por ellos a Dios en reparación por los pecados y por la salvación de las almas. Llegaron inclusive a hacer ayunos voluntarios agotadores y sorprendentes para niños de su edad.
La tercera y última aparición angélica fue en el otoño de ese mismo año nuevamente en la gruta de la peña. Lucía cuenta que después de tomar su meriendita fueron a rezar a la gruta rostro en tierra la oración que el ángel les había enseñado. Que no se acuerda la infinidad de veces que repitieron la jaculatoria, que de repente la gruta se iluminó y al levantar la cara vieron al ángel, esta vez delante de ellos, muy serio y con un cáliz en la mano izquierda sobre el que estaba suspendida una hostia blanca de la que caían unas gotas de sangre entre el cáliz. Les enseñó una oración a la Santísima Trinidad y los invitó a comulgar ofreciéndoles en estos términos el cuerpo y sangre de Dios: «Tomad, comed y bebed el cuerpo y sangre de Jesucristo Nuestro Señor horriblemente ultrajado por la ingratitud de los hombres. Reparad sus crímenes y consolad a Vuestro Dios» Se postró en tierra, rezó a la Santísima Trinidad otra vez y desapareció. Fórmula comulgatoria que propondríamos fuese puesta en labios sacerdotales todos los días en la misa antes de recibir a Jesús Sacramentado.
Por Antonio Borda
(1) En 1948 a la Hermana Lucía recibió la obediencia papal de Pío XII de hacerse Carmelita Descalza de estricta clausura.
-P. Juan M. de Marchi, imc. «Era una Señora más brillante que el sol», 7ª. Ed.
-Antero de Figueiredo, «Fátima, Gracias, Secretos y Misterios», Lisboa, 1942.
P. Luis Kondor SVD, «Memorias de la Hermana Lucía», Secretariado de los Pastorinhos, Portugal, 10ª. Ed., 2008.
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