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Ciudad del Vaticano (Lunes, 08-02-2016, Gaudium Press) En el Ángelus dominical el Papa Francisco comentó el Evangelio del día, en el que Pedro, después de no haber conseguido peces en toda la jornada nocturna, obedece al Señor y obtiene fruto hasta casi reventar las redes. Tras operarse el prodigio, el que fue el primer Papa tuvo un movimiento espontáneo angustiado: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador» (Lc 5, 8). Pedro había en algo medido la grandeza del Maestro.
«Este signo prodigioso lo ha convencido de que Jesús no es solo un formidable maestro, cuya palabra es verdadera y poderosa, sino que Él es el ‘Señor’, es la manifestación de Dios. Y esa presencia tan cercana suscita en Pedro el fuerte sentido de su mezquindad e indignidad. Desde un punto de vista humano, piensa que debería haber una distancia entre el pecador y el Santo», dijo el Papa.
Entretanto, afirmó Francisco, es «precisamente su propia condición de pecador [la que] requiere que el Señor no se aparte de él, de la misma forma en que un médico no puede alejarse de las personas que están enfermas. La respuesta de Jesús a Simón Pedro es aseguradora y firme: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres». (Lc 5, 10) y nuevamente el pescador de Galilea, volviendo a confiar en esta palabra, abandona todo y sigue a Aquel que se ha vuelto su Maestro y Señor». Tras de Pedro seguirían Santiago y Juan. A ellos -y después de ellos a todos sus discípulos- Dios los quiere pescadores de hombres, es decir, personas que difundan el amor de Dios «con actitud de acogida y de misericordia hacia todos, para que cada uno pueda encontrar la ternura de Dios y tener plenitud de vida».
El Papa pidió que en este Año de la Misericordia se conforte a todos los que se sienten pecadores para que confíen en la bondad del Señor y se acerquen a la misericordia del Padre.
Con información de Radio Vaticano
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