sábado, 23 de noviembre de 2024
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El milagro del Cirio

Redacción (Jueves, 11-02-2016, Gaudium Press) Febrero está marcado de inicio a fin por el recuerdo de las apariciones de Nuestra Señora a Santa Bernardita en Lourdes. Mes de la Virgen de la Candelaria, es cierto, pero sin duda también mes de aquella milagrosa manifestación de María a la pastorcita francesa. Todo comenzó el día 11 y en total fueron 18 sin contar algunas posteriores que se vieron alteradas por la interferencia de las autoridades locales incrédulas y resueltas a sacar provecho político para desacreditar a la Iglesia.

La del 24 es conocida como la del día del milagro del cirio y era ya la octava aparición. Posteriores testimonios afirman que el hecho se repitió el día 7 de abril.

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Como los días anteriores, la niña estaba arrodillada esperando a la bella y misteriosa doncella a la que no veía sino ella. Tenía su rosario listo en la mano para comenzar a rezar con la Virgen. La gente la miraba fijamente porque había verificado que cuando se le transformaba el rostro a la vidente y quedaba con los ojos fijos iluminados en un punto de la boca de la gruta, las facciones quietas y la cara un tanto resplandeciente, era la prueba de que estaba ya viendo la aparición que todavía no le había dicho quién era. Y así sucedió aquel día en que alguien le había sugerido que tuviera también en la otra manito un cirio encendido. Bernardita parecía estar oyendo extasiada y agradada algo de la Señora, lo manifestaba en su fisionomía distendida y complaciente. De repente la bonita expresión de la pastorcita se transformó. El rostro pareció entristecerse apenadísimo. Dando la cara a la gente dijo en voz alta: ¡Penitencia, penitencia, penitencia!

¿Qué le dijo la hermosa doncella aquel día? Jamás Bernardita lo reveló a nadie. Ni aún en el convento siendo ya religiosa varias veces interpelada por su superiora, hermanas de comunidad e incluso sacerdotes que pedían visitarla para hablar con ella. Se llevó el secreto en su corazón pero nos dejó la impresión de que la Virgen dijo algo que conmovió los sentimientos de la humilde campesina, depositaria de una misericordiosa confidencia celestial que la indujo a pedir penitencia a los concurrentes de ese día… ¿O a todos los católicos del mundo?

Ese día miércoles 24 al amanecer fue cuando todos los asistentes, incluso los más escépticos de la alta burguesía de Lourdes, vieron que el cirio encendido se escurría lentamente de su mano y las llamas comenzaron a lamer la piel, lo cual juzgaron le había hecho un daño irreversible levantando ampollas y descarándola. ¡Dios mío se quema! gritaron varias personas que estaban cerca de ella pero por respeto y temor ni intentaron sacárselo de la mano. Lo cierto y comprobado es que terminado lo que los médicos llamaban el trance, verificaron inmediatamente el estado de la mano que estaba intacta. No solamente no había sentido dolor alguno sino que la mano se encontraba en perfecto estado. Mano izquierda sin cicatriz alguna, mano de Bernardita hoy día cruzada con la derecha sobre el pecho de su cuerpecito incorrupto en una aromática urna en la capilla del convento de Nevers.

Por Antonio Borda

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