Redacción (Miércoles, 24-02-2013, Gaudium Press) Después de deshacerse de enemigos internos, los cuales muchos sufrimientos habían causado a David, el Rey Salomón se casó con la hija del Faraón de Egipto.
Sabiduría
Cierta noche, en sueños, Salomón vio a Dios y le rogó sabiduría para gobernar al pueblo. El Señor acogió ese pedido y dijo que también le daría riquezas y gloria.
Salomón atendía en su propio palacio a personas del pueblo que venían a implorar justicia. Determinado día, aparecieron dos mujeres que traían un bebé. Cada una de ellas afirmaba que aquel era su hijo.
El Rey, entonces, llamó un soldado y le mandó que, con su espada, cortase al bebé por el medio y diese una mitad a cada mujer. Una de ellas concordó con la propuesta, pero la otra afirmó no admitir que matasen a su hijo y, para salvarlo, pidió que él fuese entregado a aquella que hablara primero.
Estatua de Salomón, Catedral de Estrasburgo, Francia |
Salomón dijo, entonces: «La que desea salvar la vida del bebé es la verdadera madre. A ella debe ser dada la criatura.»
«Todo Israel se enteró de la sentencia que el Rey había dado, y lo temieron, viendo que la sabiduría de Dios estaba en él para hacer justicia» (I Rs 3, 28).
Y la fama de su sabiduría se difundió por otras regiones. «De todos los pueblos venía gente para oír la sabiduría de Salomón, súbditos de todos los reyes de la Tierra que habían oído hablar de su sabiduría» (I Rs 5, 14).
Revestido internamente de oro purísimo
La primera preocupación de Salomón fue atender a los pedidos de su padre: la construcción del Templo. Convocó a 180.000 hombres para realizar los trabajos manuales, y 3.300 a fin de dirigirlos (cf. I Rs 5, 27-30).
Para su edificación, fueron utilizadas piedras talladas con medidas tan precisas que «no se oía ruido de martillo, de hacha o de cualquier herramienta en el Templo durante la construcción» (I Rs 6, 7). Todo su interior fue revestido con oro purísimo (cf. I Rs 6, 21).
Tenía 30 metros de largo, 10 de ancho y 15 de altura. En la parte llamada Santísimo, fue colocada el Arca de la Alianza. Dos imágenes de Querubines, hechas de madera de olivo y revestidas de oro, cada una midiendo cinco metros de altura, fueron introducidas en el medio del Templo. El Rey «también recubrió con oro el pavimento del Templo por dentro y por fuera» (I Rs 6, 30).
El altar, la mesa para los panes de la proposición, los diez candelabros y diversos objetos empleados para el culto – entre los cuales los turíbulos – eran de oro puro (cf. I Rs 7, 48-50). La construcción de ese magnífico Templo demoró siete años.
Junto al Templo, fue edificado un predio de tres pisos a fin de alojar los sacerdotes y levitas, el depósito de los tesoros, instrumentos y provisiones necesarias para los sacrificios. Y también dos patios: uno reservado a los israelíes y otro a los gentiles.
Una de las maravillas del universo
Estando concluido, Salomón convocó todos los ancianos, jefes de las tribus y jefes de las familias israelíes para asistir al traslado del Arca de la Alianza, de la ciudad de David, en Sión, para el Templo. Con cánticos entonados por todo el pueblo, los sacerdotes condujeron el Arca y lo colocaron en el Santísimo, bajo las alas de los querubines que formaban un dosel (cf. I Rs 8, 1.6.7). Dentro del Arca se encontraban las dos piedras en las cuales estaban grabados los Diez Mandamientos.
La Santa Iglesia Católica, a ejemplo de lo que Dios había mandado hacer para el Templo, emplea también en el culto divino vasos para agua bendita, altares, candelabros, turíbulos, incienso, imágenes, etc.
A fin de glorificar a Dios, «revestido de majestad y esplendor» (Sl 104, 1), el hombre debe emplear lo que posee de mejor: sus dones, sus riquezas materiales.
De esa forma él está cumpliendo el Primer Mandamiento, que es el más importante de todos. Por la descripción de las maravillas del Templo, se ve que él fue construido con esa noble finalidad.
El Padre Darras afirma: «Salomón había figurado, en las magnificencias perecederas de su Templo, las maravillosas grandezas de la Iglesia inmortal.» Y San Juan Bosco declara que ese fue «el más suntuoso templo de que se tiene noticia, llamado con razón una de las maravillas del universo.»
Nube y fuego del cielo
Como sucediera diversas veces con el tabernáculo en la caminata de los israelíes por el desierto, «cuando los sacerdotes dejaron el santuario, una nube llenó la Casa del Señor» (I Rs 8, 10-11).
Salomón hizo de rodillas una larga y admirable súplica y después se levantó y bendijo a todo el pueblo (cf. I Rs 8, 54-55). En seguida, el rey ofreció en sacrificio 22.000 bueyes y 120.000 ovejas (cf. I Rs 8, 62-63). «Cuando Salomón terminó la oración, descendió del cielo el fuego que devoró el holocausto y los sacrificios, y la gloria del Señor llenó el Templo» (II Cr 7, 1).
Y las conmemoraciones continuaron por catorce días. Por último, los israelíes «retornaron a sus tiendas, alegres y de corazón contento por todo lo bueno que el Señor hiciera a David, su siervo, y a Israel, su pueblo» (I Rs 8, 66).
Que Nuestra Señora nos haga comprender que lo bello, lo solemne, lo grandioso, alegran los corazones de los fieles y así los ayudan a practicar la virtud.
Por Paulo Francisco Martos
(in «Noções de História Sagrada» (61))
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1 – Cf. DARRAS, Joseph Epiphane. Histoire Génerale de l’Église depuis la Création jusqu’à nos jours.Paris : Louis Vivès. 1874, v. II, p.464 e 466.
2 – Cf. SÃO JOÃO BOSCO. História Sagrada. 10 ed. São Paulo: Salesiana, 1949, p.116.
3 – DARRAS, Joseph Epiphane. Op. cit. v. II, p.521.
4 – SÃO JOÃO BOSCO. Op. cit., p.115.
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