Redacción (Viernes, 04-03-3016, Gaudium Press) No han faltado quienes opinan que la escena es macabra: Sentado en la silla abacial colocada en un precioso trono, está el cuerpo incorrupto de una hermosa monja que murió antes de los 50 años de edad en el año 1463. Han pasado inviernos y veranos intensísimos y el cuerpo sigue intacto, castaño, reseco y serio, esperando el juicio final en una capilla de la iglesia Corpus Domini del monasterio de las Clarisas.
Estatua de Santa Catalina de Bolonia Museo Machado de Castro, Coimbra |
Bolonia es una ciudad un tanto enigmática. Su universidad ha sido desde la baja edad media hasta nuestros días un foco de ideas más que novedosas, revolucionarias y profanas. Allí fue catedrático de la no menos enigmática semiología Umberto Eco, tan enigmático como esa ciencia. Una atmósfera intelectual flota por todas partes y la presencia de jóvenes universitarios la hace también un centro de juerga y bohemia. Allá nació y murió Catalina Vigri de rica y noble familia, y ella de belleza cotizable para buenos partidos y alianzas matrimoniales, costumbre política de la época.
Sin embargo no eran esos sus planes ni la Voluntad de Dios. Después de haber probado un poco las fatigantes delicias del mundanal ambiente de corte renacentista, se hizo religiosa ejemplar. Fue pintora, música y escritora. Aunque solamente de ella nos quede un libro, es suficiente para conocer la densidad que Dios le dio a su inteligencia: Un verdadero tratado de esgrima espiritual para el combate del alma en el que nos recomienda siete armas de punta, tajo y golpe para vencer mundo, demonio y carne. Siete espadas que cortan, pinchan y baten. Armas de parada y ataque: desconfianza- confianza-diligencia-meditación-muerte-referente-gloria. Por eso hoy se le conoce como Tratado de las siete armas espirituales.
¿Desconfiar de quién? De sí mismo siempre. ¿Confiar en quién? Solamente en Dios. ¿Diligencia para qué? Para detectar y combatir la mala tendencia sin demora. ¿Meditar en qué? En lo efímero y en lo eterno. ¿Muerte de quién? De este cuerpo precario que día a día se nos pudre. ¿Referencia a qué? A la sabiduría divinamente encriptada en las Sagradas Escrituras, solamente revelada a los que aman. ¿Cuál Gloria? La Eterna, la que nunca terminará de cara a Dios en la Visión Beatífica.
Son las siete espadas de la victoria espiritual, que van más allá de la semiología en la universidad de Bolonia, de la que Eco fue catedrático casi toda su vida. Más que siete palabras, siete signos del batallar del espíritu, una sublime panoplia para colgar en alguna de las paredes de nuestra morada y tenerlas siempre a mano para el combate contra un enemigo que no está jugando sino dispuesto a matarnos en cualquier momento, rugiendo como asesino león hambriento poderosamente armado de garras, colmillos y una fuerza animalesca descomunal. Ciertamente a Santa Catalina de Bolonia le fue revelada una clave para vencer como venció, y su cuerpo incorrupto es el certificado de esa victoria espiritual que la asumió de tal manera, que allí sentado él espera la gloriosa resurrección de los muertos.
Por Antonio Borda
Deje su Comentario