sábado, 23 de noviembre de 2024
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El encuentro del Señor con la adúltera es el de la misericordia con la miseria, dijo el Papa

Ciudad del Vaticano (Lunes, 14-03-2016, Gaudium Press) Al comentar el Evangelio del día, que trataba del intento de lapidación de la mujer adúltera, el Papa Francisco resumió la escena considerada en el Ángelus dominical como el encuentro entre la miseria y la misericordia.

Es ese un pasaje que «es muy bello: me gusta tanto leerlo», señaló el Pontífice.

Los fariseos y escribas que acusaban a la adúltera, «no fueron a donde el Maestro para pedirle su parecer, – era gente mala – sino para tenderle una trampa. En efecto, si Jesús seguía la severidad de la ley, aprobando la lapidación de la mujer, perdía su fama de mansedumbre de bondad que tanto fascinaba al pueblo; si, por el contrario quería ser misericordioso, tenía que ir contra la ley, que Él mismo había dicho que no quería abolir, sino cumplir (cfr. Mt 5,17). Y Jesús está allí…»

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Pero los acusadores no esperaban las «argucias divinas» del Señor. Él, «inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo» (v 6). Quizá estaba dibujando, algunos dicen que escribía los pecados de los fariseos… (…) De este modo, invita a todos a la calma, a no actuar movidos por la impulsividad, y a buscar la justicia de Dios. Pero ellos, malos, insisten y esperan que Él responda. Parecía que tenían sed de sangre… Entonces, Jesús levanta la mirada y dice: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra». Los primeros que parten son los más ancianos, «con mayor conciencia de no estar sin pecado».

Y allí quedan solos Jesús y la mujer, «la miseria y la misericordia, una ante la otra». Cuantas veces esto no ocurre en nuestras vidas, por ejemplo, «cuando nos detenemos ante el confesionario, con vergüenza, para hacer ver nuestra miseria y pedir perdón? «Mujer ¿dónde están tus acusadores? (v 10) le dice Jesús. Y basta esta constatación y su mirada llena de misericordia y de amor, para hacerle sentir a aquella persona – quizá por primera vez – que tiene una dignidad; que ella no es su pecado, ella tiene una dignidad de persona, que puede cambiar de vida, puede salir de sus esclavitudes y caminar en una senda nueva».

La mujer adúltera es representación de todos los hombres. Todos somos traidores de la fidelidad ante Dios.

«Y su experiencia representa la voluntad de Dios hacia cada uno de nosotros: no nuestra condena, sino nuestra salvación a través de Jesús. Él es la gracia, que salva del pecado y de la muerte. Él ha escrito en la tierra, en el polvo del que está hecho todo ser humano (cfr. Gn 2,7), la sentencia de Dios: «No quiero que tú mueras, sino que tú vivas». Dios no nos enclava en nuestro pecado, no nos identifica con el mal que hemos cometido. Tenemos un nombre y Dios no identifica este nombre con el pecado que hemos cometido».

El Papa concluyó sus palabras diciendo que Dios nos quiere liberar del pecado, «quiere que nuestra libertad se convierta del mal al bien y ello es posible con su gracia». Para ello imploró la intercesión de la Santísima Virgen.

Con información de Radio Vaticano

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