sábado, 23 de noviembre de 2024
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En la Vigilia de la Misericordia el Papa dijo que misericordia es cercanía, ternura, compasión, participación, consolación y perdón

Ciudad del Vaticano (Lunes, 04-03-3016, Gaudium Press) El sábado, en la Vigilia que antecedió al Día de la Misericordia en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recordó que esa celebración fue instaurada por San Juan Pablo II atendiendo un pedido de Santa Faustina Kowalska. Después el Papa habló sobre como es la manifestación de la misericordia de Dios.

«Recorriendo las páginas de la Sagrada Escritura, encontramos que la misericordia es sobre todo cercanía de Dios a su pueblo. Una cercanía que se expresa y se manifiesta principalmente como ayuda y protección. Es la cercanía de un padre y de una madre que se refleja en una bella imagen del profeta Oseas, que dice así: «Con lazos humanos los atraje, con vínculos de amor. Fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas. Me inclinaba, me inclinaba hacia él para darle de comer» (11,4). El abrazo de un papá y de una mamá con su niño», expresó el Pontífice.

La encarnación es una razón a más para entender la cercanía de Dios con el hombre. «Nosotros no tenemos un Dios que no sepa comprender y compadecerse de nuestras debilidades (cf. Hb 4, 15). Al contrario, precisamente en virtud de su misericordia, Dios se ha hecho uno de nosotros: «El Hijo de Dios con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, a cada hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Naciendo de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo, en todo semejantes a nosotros, excepto en el pecado» (Gaudium et spes, 22)».

Entretanto, la misericordia de Dios en nuestras vidas nos mueve a ser por nuestra parte «testigos de esa misericordia en lo concreto».

«¡Cuántos rostros, entonces, tiene la misericordia de Dios! Ésta se nos muestra como cercanía y ternura, pero en virtud de ello también como compasión y como participación, como consolación y perdón. Quien más la recibe, más está llamado a ofrecerla, a comunicarla; no se puede tener escondida ni retenida sólo para sí mismo. Es algo que quema el corazón y lo estimula a amar, porque reconoce el rostro de Jesucristo sobre todo en quien está más lejos, débil, solo, confundido y marginado. La misericordia no está detenida, sale a buscar a la oveja perdida, y cuando la encuentra manifiesta una alegría contagiosa».

El amor de Cristo llamado misericordia nos «inquieta», «nos empuja a abrazar y estrechar a nosotros, a involucrar, a quienes tienen necesidad de misericordia para permitir que todos sean reconciliados con el Padre (cf. 2 Co 5,14-20)».

El Pontífice concluyó su reflexión pidiendo la guía del Espíritu Santo. «Él es el amor, él es la misericordia que se comunica a nuestros corazones. No pongamos obstáculos a su acción vivificante, sino sigámoslo dócilmente por los caminos que nos indica. Permanezcamos con el corazón abierto, para que el Espíritu pueda transformarlo; y así, perdonados, reconciliados, dentro de las llagas del Señor, lleguemos a ser testigos de la alegría que brota del encuentro con el Señor Resucitado, vivo entre nosotros».

Con información de Radio Vaticano

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