Redacción (Jueves, 07-04-2016, Gaudium Press) Hoy se conmemora la fiesta de San Juan Bautista de la Salle, sacerdote fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, más conocidos como lasallistas, quienes hacen presencia en 82 países de los 5 continentes con su insigne actividad pedagógica. Se conmemora hoy al santo, porque fue un 7 de abril de 1719 cuando pasó de esta tierra para la gloria celestial.
Juan Bautista nació en Reims, Francia, en 1651, de familia noble, hogar donde brillaban además de las buenas maneras la piedad de su madre. Se educó en el famoso colegio Bons-Enfants, y en el prestigioso seminario de San Sulpicio, en París, siendo ordenado presbítero a los 27 años después de obtener la Licenciatura de teología en la Sorbona.
Un día muere su director espiritual, el Padre Nicolás Roland, quien había fundado la Comunidad de las Hermanas del Niño Jesús que educaban a niños pobres. El P. Juan Bautista se hace cargo de estas religiosas y tiene allí un primer contacto con la educación de los menos favorecidos; el carisma de educación va tomando forma.
A los 30 años obtiene el doctorado en Teología: su cuna, sus altas cualidades humanas y espirituales, todo lo orientaba hacia los más altos cargos eclesiásticos; pero Juan Bautista sentía otro llamado en su corazón: los niños, y particularmente los menos favorecidos.
En junio de 1680 comienza a reunirse con un grupo de sus maestros en la casa de su familia. A ellos da la mejor formación pedagógica y cristiana. Un año después, alquila una casa en la Calle Nueva, parroquia de San Esteban, adónde se traslada junto con sus discípulos. Nace allí propiamente la comunidad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, de vida activa, con foco en la educación. En 1686 ocho hermanos emitirían sus primeros votos en compañía del santo sacerdote. El 15 de agosto de ese año consagra la comunidad naciente a la Virgen bendita.
San Juan Bautista de la Salle introdujo la enseñanza grupal de los niños, lo que entonces era una novedad. Esto permitió ampliar el número de beneficiados, y acercar la educación a los menos favorecidos. Su caridad gigantesca también se manifestó en su modelo educativo, pues en una época en que los castigos físicos eran pan pedagógico obligado, De la Salle buscaba sobre todo convencer, guiar, amar, formar en el amor a Dios, inculcar las enseñanzas cristianas, enseñar el amor al prójimo, y, fundamental, infundir la importancia de la oración. Preservar la inocencia de los infantes o luchar para recuperarla, era también consigna que siempre enseñó a sus discípulos.
No faltaron las cruces, como nunca pueden faltar. Sus nuevos métodos educativos no siempre fueron de buen recibo entre las autoridades religiosas. Algunas incluso desconfiaban de esos hermanos laicos (pues no eran sacerdotes) que se entregaban a esas labores formativas «juntos y por asociación».
Estatua de San Juan Bautista de la Salle en la Basílica de San Pedro, Roma |
También unos de sus primeros seguidores se dejaron conquistar por el espíritu del mundo, y su corazón, siempre dispuesto al perdón y a la reconciliación, se vio en la difícil tarea de expulsar a algunos, y no permitir la entrada de otros a la nueva comunidad. En esto aceptó con suma humildad buenos consejos recibidos.
Sí, brilló por la humildad, eximia, digna. Siempre estuvo pronto a dejar su cargo de superior, si le fuese requerido. Al final de su vida, se sometió completamente al nuevo superior, pidiendo su autorización hasta para las cosas más nimias. De familia rica, repartió sus bienes, y vivió en la pobreza. Viajaba comúnmente a pie, pidiendo limosna para alojamiento y comida. Un fino paladar educado en su juventud soportó con total paciencia los alimentos rudos de su vida de fundador de comunidad.
Ya en vida de San Juan Bautista fueron muchas las fundaciones de colegios lasallistas, y de varias instituciones de formación de maestros. El Santo tuvo la alegría, negada a algunos, de ver fructificar su obra.
Si la formación en valores cristianos era la base sobre la cual el Santo de Reims construyó todo su modelo pedagógico, también es allí indispensable la eximia formación humana, que eleva el espíritu. Podría decirse que ciencia y virtud era su lema. No podemos dejar de percibir una nota del elevado perfume de la civilización francesa en toda la obra lasallista. Es muy común la enseñanza del francés en los colegios de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, y siempre están presentes en sus centros la reflexión tranquila, la sonrisa amable y dominada, y una cierta búsqueda del absoluto de la elegancia.
San Juan Bautista de la Salle fue beatificado y canonizado por León XIII, esto último en 1900. Pío XII lo nombró Patrono de los Educadores de todo el mundo.
Gaudium Press / Saúl Castiblanco
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