Ciudad del Vaticano (Viernes, 15-04-2016, Gaudium Press) Hoy en su homilía en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco comentó la conversión de Saulo, el gran Apóstol de las Gentes. La historia de San Pablo es la «de un hombre que deja que Dios le cambie el corazón».
Un día Saulo, el perseguidor de los cristianos, es envuelto por una luz potente, oye una voz que lo llama, cae y se vuelve ciego momentáneamente. «Saulo el fuerte, el seguro, estaba por el suelo», expresó el Papa. En esa situación «comprende su verdad», que no es la de «un hombre como Dios quería». Sin embargo, la voz del cielo no dice sólo: «¿Por qué me persigues?», sino que invita a Pablo a levantarse:
Estatua del Apóstol Pablo, Roma |
«‘Levántate y te será dicho’. Debes aprender aún. Y cuando comenzó a levantarse no podía, porque se dio cuenta de que estaba ciego: en aquel momento había perdido la vista. ‘Y se dejó guiar’: comenzó, el corazón, a abrirse. Así, guiándolo de la mano, los hombres que estaban con él lo condujeron a Damasco y durante tres días permaneció ciego y no tomó alimento ni bebida. Este hombre estaba por el suelo, pero entendió inmediatamente que debía aceptar esta humillación. Precisamente el camino para abrir el corazón es la humillación. Cuando el Señor nos envía humillaciones o permite que vengan las humillaciones es precisamente para esto: para que el corazón se abra, sea dócil, [para que] el corazón se convierta al Señor Jesús», expresó el Pontífice.
El Espíritu Santo, el principal «Actor»
En ese camino de conversión, tiene la primera palabra el Espíritu de Dios:
«Recordemos que el protagonista de estas historias no son ni los doctores de la ley, ni Esteban, ni Felipe, ni el eunuco, ni Saulo… Es el Espíritu Santo. Protagonista de la Iglesia es el Espíritu Santo que conduce al pueblo de Dios. E inmediatamente se le cayeron de los ojos como dos escamas y recuperó la vista. Se levantó y fue bautizado. La dureza del corazón de Pablo – Saulo, Pablo – llega a ser docilidad al Espíritu Santo».
«Es bello -concluyó el Pontífice- ver cómo el Señor es capaz de cambiar los corazones» y hacer que «un corazón duro, terco, se transforme en un corazón dócil al Espíritu»:
«Todos nosotros tenemos durezas en el corazón: todos nosotros. Si alguno de ustedes no las tiene, levante la mano, por favor. Todos nosotros. Pidamos al Señor que nos haga ver que estas durezas nos echan al piso. Que nos envíe la gracia y también – si fuera necesario – las humillaciones para que no permanezcamos en el piso y levantarnos, con la dignidad con la que nos ha creado Dios, es decir, la gracia de un corazón abierto y dócil al Espíritu Santo».
Con información de Radio Vaticano
Deje su Comentario